Entre las señales más claras de que ese dolor de espalda se debe a las puñaladas imaginarias de tus adorados compañeros se encuentran las siguientes:
– Tu compañero de la mesa de al lado parece un mimo de Las Ramblas. El gachó no deja de mirar la pantalla de su ordenador ni aunque vayas como tu madre te trajo al mundo.
– Se van a comer cuando tú vuelves. No es coincidencia, te están haciendo el vacío.
– Si logras algún tipo de ascenso, no hay comentario alguno. Si uno de ellos consigue un globo en una hamburguesería, lo proponen como empleado del mes. La envidia es así, muy mala.
– O te observan fijamente o no te miran a la cara. Sientes alfileres en tu nuca, pero al darte la vuelta todos están inmersos en su trabajo. Es más, parece que estés jugando a un, dos, tres, al escondite inglés, durante toda la jornada.
– Se adjudican un poder que no les corresponde para amargarte la vida. Tienen tu misma categoría laboral, pero, en ausencia del jefe, se convierten en accionistas preocupados por tu presunta ineptitud.
– En las reuniones no logras que acepten ninguna de tus ideas. Es más, si pueden, te harán culpable hasta de la muerte de Chanquete.
– Organizan cenas de Navidad, salidas en grupo, bodas y demás festejos, pero no te invitan. Alguna ventaja tenía que tener todo esto ¿no?
Si bien entendemos tu preocupación por quedarte en la calle, sobre todo con la situación laboral que estamos viviendo, no debes olvidar una serie de factores de vital importancia:
– Tu trabajo está siendo analizado por tus jefes gracias a tus resultados. Para el dueño de la empresa, eres un número más al que se le paga para que generes beneficios. Cuanto menos hables con tus compañeros, más te concentrarás en tu trabajo y más compromiso y eficacia demostrarás. Si lo haces, miel sobre hojuelas.
– Ellos están en el mismo barco. Una obviedad, pensarás, pero más tarde o más temprano necesitarán de ti, ya que todos tenéis que trabajar para conseguir un objetivo. Quizá, ese puede ser el mejor momento para vengarte.
– Dedícate a fichar, trabajar y a volver a tu casa. Deja los problemas en la puerta de la empresa. Que no te hablen puede crear un ambiente hostil, pero no les des el placer de que te vean pasándolo mal, que es lo que buscan, sino todo lo contrario.
Si has intentado de diversas formas conseguir integrarte y no lo logras, vive tu vida. A veces, pierdes más tiempo intentando alcanzar un imposible que trabajando como sabes. Ellos sabrán por qué quieren moverte la silla y qué han visto en ti que no les termina de gustar.
Recuerda que los envidiados son líderes que tienen algo especial al que no todo el mundo tiene acceso. Si eres uno de ellos quizá deberías pensar más en positivo, dejar de amargarte la vida y dedicarte a aquello por lo que te pagan.
El resto de dimes y diretes solo terminará minando tu imagen en la empresa. Cambia de forma de pensar si deseas conseguir un resultado a la altura de lo que te mereces y disfruta trabajando.
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