Tienes tu coche pagado, no has faltado a ni uno de los pagos de tu hipoteca, estás felizmente casado y tus hijos disfrutan de una infancia feliz. Cualquiera diría que la madurez se instaló en ti para siempre. Aunque hay un aspecto en el que sigues comportándote como cuando tenías ocho años. Entonces te pillabas un berrinche cuando escuchabas la fatal noticia: «para comer… col«.
Si no había macarrones, te llevabas un disgusto de campeonato. Varias décadas después, no ha cambiado mucho la cosa. ¿Cómo vas a inculcarles el amor por las verduras a tus pequeños si no eres capaz de aplicarte el cuento? Por el bien de la familia debes conocer algunos trucos para incorporar a tu dieta estos alimentos necesarios. Acabarás ingiriéndolos sin darte cuenta. Y, en este caso, no importa el cómo, sino el qué.
Si no deseas formar parte de ese 50% de la población que no come verduras, apunta estas cinco recomendaciones que te harán más llevadero este hábito obligatorio. Y, ya sabes, aquello de «del amor al odio hay un paso» funciona a veces a la inversa.
Plátano, arándanos y melocotón. El cóctel suena delicioso, ¿verdad? Ya solo necesitas un poco de azúcar, leche y la batidora. Añade unas hojas de espinaca ¡y listo! ¿Crees que vas a notar ese sabor insípido que te produce esta planta con la explosión de sabores en la que está inmersa? Ojos que no ven…
Aceite bien caliente y ¡todo a la sartén! Y cuando decimos «todo» nos referimos a rodajas finas de calabacín o berenjena. Ya, sabemos que estás pensando que esto no le viene bien a tu dieta. El plan B se llama «horno». Si introduces estas láminas en la bandeja junto a una manzana partida de manera muy fina, obtendrás un tentempié ideal para picar y no engordar.
Por fin vas a darle uso a ese electrodoméstico que está muerto de risa en tu cocina. Trocea pimientos de todos los colores y cebolla. Introduce las piezas en la brocheta, intercalándolas con dados de pollo, una carne sana donde las haya. Una especia por aquí, otra especia por allá y ya tienes tu plato mágico.
No importa lo que lleve, la pizza siempre está rica. Acabamos de pronunciar una verdad universal. Entonces, ¿por qué no optas por una pizza vegetariana en lugar de una cuatro quesos con doble ración de panceta? Si, además, la base la preparas tú, mejor que mejor.
Mételo entero en el horno. Cuando esté listo, córtalo en tiras largas y finas. Verás que su aspecto es parecido al de los espaguetis. Si los mezclas con tu salsa de siempre, ni notarás que lo que comes no es pasta…
No hace falta que te exijas demasiado, pero debes comprometerte a tomar, como mínimo, una ensalada al día. Comas lo que comas, incorpora tres vegetales (por ejemplo, la zanahoria, el apio o la lechuga) para acompañar tus platos. Así, aunque no ejerzas las recomendaciones anteriores, al menos estarás cumpliendo con la ingesta necesaria de fibra.
Si optas por la ensalada como guarnición en lugar de esas patatas fritas grasientas, ayudarás a tu vientre a deshacerse de esa grasa que ha ido en aumento. Sí, esos compañeros de trabajo tan insoportables que ya se han encargado de recordártelo tenían razón. Estás a tiempo de callarles la boca…
Comer verdura no tiene por qué ser aburrido. ¿Te apetece una pizza vegetariana mientras ves tu película preferida?
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