Madrugar, trabajar un domingo, que ya no quede tu barra favorita en la panadería… Odias cualquiera de estas tres cosas, pero no más que ponerte a dieta. Siempre lo aplazas para el día siguiente y la dejas antes que a tu primer amor. El régimen y tú os lleváis peor que tu perro con el gato del vecino.
Has perdido la esperanza, pero aún hay un rayo de luz. Y la solución es más fácil de lo que piensas. Con tan solo unos pequeños gestos diarios podrás conseguir ese vientre plano que siempre has deseado. No, ni tienes que dejar los carbohidratos ni irte a la cama sin cenar. Perder peso sin someterte a un plan de adelgazamiento no es una utopía. ¡Apunta!
Tu zumo, tu tostada, tus cereales… Comenzarás el día con una sonrisa, darás envidia a tus seguidores en las redes y te llenarás tanto la panza que evitarás tentaciones posteriores. Es hora de disfrutar del desayuno de los campeones.
El picante acelera tu metabolismo. Aderezar tus comidas con estos sabores te ayudará a deshacerte más rápido de la grasa. Si además te pirras por la guindilla y sus parientes, tendrás el camino hecho.
Sabemos que el queso es tu perdición y que despedirte de él te cuesta más que decir adiós a las vacaciones. Te proponemos esta solución intermedia. El de cabra cuenta con un 40 % menos de calorías que el de vaca. ¡Y está buenísimo!
¿Conoces la estevia? Su sabor es infinitamente más dulce que el azúcar y no tiene, ni por asomo, esas calorías. Más sabor y menos barriga, ¿qué más quieres?
Como el picante, es un acelerador metabólico. Al yogur, a las natillas, al café… Espolvorea con este ingrediente amigo todo lo que pilles por banda. La canela vela por ti tanto como tu madre.
El color ayuda a controlar el apetito. El color de tu vajilla ha estado contribuyendo al crecimiento de ese michelín que no quiere separarse de ti. Tus platos son rojos, ¿verdad? Cámbialos por unos azules. Así conseguirás reducir tu ansiedad y tu hambre.
Mientras estás leyendo, patinando, paseando por el parque o contemplando una exposición, no pensarás en comida. Engañar a tu cerebro es una táctica infalible. Ponla en práctica cuanto antes.
Anda, deposita esas croquetas en un trozo de papel de cocina tras sacarlas de la sartén. Deja pasar unos minutos y verás el panorama. Allí hay más grasa que en el taller de tu cuñado.
Relajarte alivia tu estrés y, por consiguiente, tu ansiedad por tragar. Engancharse a la meditación es una buena decisión. Sin duda, una buena compañera de vida.
Sudar un poco no te vendrá mal. Que no te dé tanta pereza, ¡que vives en el segundo! Podría ser peor. Con este simple gesto lograrás más de lo que crees. Para empezar, un trasero bien puesto.
Y no olvides beber dos vasos de agua antes de comer, respirar profundamente mientras degustas ese filete de ternera y masticar lento. Además, plancha mientras ves una película, evita las comidas fuera de casa y aliña con ingredientes bajos en calorías. Se trata de pequeños detalles que no te supondrán esfuerzo y el resultado será maravilloso.
Ahora que sabes detectar dónde estaba el problema que no te dejaba adelgazar, ¿te apetece un superdesayuno?
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