«Quien tiene un amigo tiene un tesoro» es una frase tan cierta como que necesitamos el aire para respirar. Bueno… dejémoslo en «casi tan cierta». ¿O acaso nunca has tenido cerca al típico colega gorrón? Sí, el que siempre va directo al baño cuando toca pagar. ¿Y qué me dices del envidioso? Efectivamente, el que te dice que ese pantalón te sienta fatal cuando, en realidad, te queda como un guante.
A estas amistades de toda la vida se ha unido en este siglo un nuevo tipo de compañero fiel: el virtual. En la era de la digitalización, no haber tenido al menos uno suena más raro que un apellido lituano. ¿Son igual de recomendables que los amigos de carne y hueso? ¿Te fías de ellos?
Como ves, la pregunta no es tan banal como responder a la cuestión ¿hoy qué me pongo? Al fin y al cabo, asociamos una amistad a la fidelidad, la confianza, el respeto, la satisfacción y el entusiasmo. Mientras que a los amigos convencionales los conocemos en el colegio, la universidad o el gimnasio, para contactar con los intangibles nos hace falta un portátil o un móvil.
Puede que nos proporcionen alegría momentánea, pero ¿son capaces estos amigos de hacernos tan felices como los reales? Sí, incluso como el tacaño y el envidioso. Según los investigadores, multiplicar por dos tu número de colegas, tradicionalmente hablando, supone un alborozo parecido a aumentar tus ingresos en un 50 por ciento. ¡Casi nada!
Por el contrario, los estudios que se han efectuado sobre el tema demuestran que agregar en tu perfil de Facebook a todo aquel que lo solicita no influye en tu nivel de felicidad. ¡Si acaso en tu autoestima! Desde luego, tomar un café en la plaza con una de esas personas incondicionales en tu vida tiene más encanto que saludar a tu nuevo amigo desconocido en la red, ¿o no?
A veces aceptamos esas solicitudes por compromiso (ese tal Álvaro es amigo del primo de tu vecino, ¿cómo le vas a rechazar?). Otras veces, por mera curiosidad («es que vaya ojazos tiene», te repites). Claro, que también hay quien lo hace sin mirar, simplemente por aumentar la cifra. Y, por supuesto, no nos olvidamos de aquellos que se sienten solos y acuden a las redes en busca de cariño.
Los colegas virtuales pueden llegar a ser amigos íntimos. También es posible que vuestras conversaciones acaben entre las sábanas o que le regales algún «me gusta» por compromiso y luego «si te he visto, no me acuerdo». Puede ocurrir igualmente que sigas a una persona porque estás interesado en las noticias que publica y no crucéis palabra. Es la magia de las redes sociales.
Ahora bien, debes actuar con precaución cuando los lazos se estrechan. No es ser más papista que el papa. Se trata, simplemente, de ser precavido. Andándote con cuidado puedes evitar hasta una estafa, pues ya se ha dado más de un caso de amigos virtuales que, en realidad, son los reyes del timo. Por no hablar del disgusto que puedes llevarte cuando descubras que esa persona no es como la imaginabas. Y no solo hablamos del físico.
Eso sí, tener un amigo virtual también implica ventajas. A veces, demostramos más sinceridad con un ordenador delante. Por tanto, podemos desahogarnos a nuestro antojo. Además, puedes encontrarte de verdad a una buena persona que se preocupe por ti, ¿por qué no?
En definitiva, no tienes por qué rechazar a los amigos virtuales. Alguno de ellos puede convertirse en tu compañero del alma. Pero, por favor, no descuides el mundo real.
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