Lo último que hacías antes de acostarte y al levantarte cuando tenías quince años era pensar en la persona que te gustaba. Ahora, ese lugar privilegiado lo ocupa tu móvil, una extensión de tu ser por el que sientes auténtica devoción. Eres consciente de que muy normal no es que sea este comportamiento, pero como le ocurre a todos tus amigos, ¿qué más da?
Tan elevada es tu dependencia por este dispositivo que como se te ocurra salir sin él alguna vez de casa, caes directamente en una depresión, de la que no sales hasta que regresas. «¿Cómo he podido soportar estas tres horas sin consultar mis notificaciones de Instagram?», te preguntas, concediéndote a ti mismo dotes de superhéroe. ¡Qué valor! Y, acto seguido, sientes una vibración que, en realidad, no se ha producido. ¿Por qué?
El 80 % de los usuarios han escuchado alguna vez cómo llegaba un mensaje cuando, en realidad, su móvil permanecía completamente en reposo. No es producto de una alucinación o de haber escuchado el mismo sonido en la película que estabas viendo. Tampoco de un caso puntual, pues en un día echas mano al bolsillo en más de dos y de tres ocasiones para exclamar después: «mi gozo en un pozo».
Este hábito (porque ya se ha convertido en algo cotidiano) tiene nombre: síndrome de la vibración fantasma. No llega a ser una patología. Eso sí, si esa decepción, al tratarse de una falsa alarma, viene acompañada de un estado de ansiedad o de falta de autoestima, debes preocuparte.
De hecho, esta conducta se produce porque sientes la necesidad de recibir atención continua, algo que hemos desarrollado con más fuerza con la aparición de las redes sociales. Esa espera propicia que tu cerebro se adelante y crea estar escuchando notificaciones que aún no han llegado.
El diagnóstico parece evidente. Detrás de esa percepción ilusoria, como estás adivinando, hay una dependencia total del móvil. ¿Y existe solución? ¡Por supuesto! Como dice tu madre, todo tiene arreglo en esta vida, excepto la muerte. Claro que, en este caso, el remedio pasa por lograr que tu teléfono no sea lo primero en tu lista de prioridades. Y eso se antoja más complicado que montar en unicornio en una playa paradisiaca.
Para empezar, puedes ir alejándolo de ti de manera paulatina. Es decir, sacarlo del bolsillo y situarlo en el bolso o en la mochila. De allí, al maletero del coche. Tu cordón umbilical irá descomponiéndose poco a poco. Tanto que quizá puedas llegar a dejarlo en tu mesita de noche una mañana entera sin apenas acordarte. Darte cuenta de que no ocurre nada por haber permanecido lejos de él te hará ver las cosas de otra manera.
Además, debes desinstalar aplicaciones que no uses, silenciar el dispositivo y configurar las notificaciones para que, por ejemplo, te lleguen todas a la misma hora. Estos pequeños gestos te ayudarán en tu objetivo, pues confiando solamente en tu fuerza de voluntad no las tendrás todas contigo. Que ya sabemos que eres de los que claudican a la primera de cambio. Y más tratándose de tu bien más preciado…
Y, por supuesto, no olvides optar por actividades reales. Es decir, deja ya ese juego que te tiene enganchado todo el día y sal con la bici, prueba las nuevas tapas del bar de abajo con tus amigos o consulta la cartelera.
¡Del síndrome de vibración fantasma también se sale!
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