La honestidad y la sinceridad son valores que se suelen tener en cuenta para cimentar las relaciones cuando queremos que sean transparentes y tan saludables como la fruta. Pero hoy vas a descubrir por qué no es necesario decir siempre la verdad.
A lo largo del día suceden circunstancias en las que tiras de una mentira piadosa con el único fin de protegerte si intuyes que te puede pasar algo que te no gusta. En ese momento se suele distorsionar la verdad para salvaguardar, sobre todo, tu autoestima.
En otras ocasiones, es la compasión la que te hace optar por una mentirijilla sin importancia y que puede llegar a evitar conflictos innecesarios.
Has de comprender que ser sincero no implica soltar lo primero que se te pasa por la cabeza, sino no decir nunca lo contrario de lo que piensas.
El sincericidio es el comportamiento de una persona que se cree valiente y honesta. Se muestra sincera ante los demás sin ningún tipo de filtro, incluso cuando nadie le ha pedido su opinión. El sincericidio, por tanto, alude al ‘suicidio’ por exceso de verdad.
Esta actuación suele producir diferentes conflictos en el entorno porque raya lo maleducado. Hallar el momento oportuno y saber contenerte hasta entonces es una virtud que hay que saber valorar.
Todo el mundo tiene derecho a saber la verdad, pero a veces es dolorosa y no todo el mundo está preparado para encajarla. No es necesario que lo que digas tenga más maquillaje que un payaso, pero sí que, en ocasiones, midas el impacto del mensaje.
La empatía juega un papel fundamental y, si eres capaz de utilizarla, encontrarás las palabras adecuadas para no hacer daño sin faltar a la verdad.
Es un arte ser sincero sin ser sincericida, ya que implica empatizar con la otra persona y conocer sus circunstancias para saber si está en condiciones de saber la verdad.
Algunos psicólogos dicen que para estar bien contigo mismo debes decirte siempre la verdad, sin realizar críticas excesivas, pero para con los demás no es necesario.
Ser sincero puede representar una serie de inconvenientes doblemente dañinos.
Cuando alguien te pide una opinión y esta es negativa, a veces se toma como un ataque personal, en vez de como la continuación de una conversación honesta.
El entorno que rodea a una persona sincera no suele serlo con ella, además de que no es sencillo desenvolverse en un entorno con esas características.
Algunas personas ocultan intenciones u opiniones y por ello se ven favorecidas frente al desplazamiento que sufren otras que necesitarían rebajar su honestidad para competir en igualdad. Por ejemplo, en un proceso de búsqueda de empleo.
Es un error pensar que los demás se van a comportar como tú, pero esto es un arma de doble filo porque, aunque evita suspicacias, también favorece caer en algunos engaños.
En ocasiones se confunde la sinceridad con el desconocimiento de cómo socializar, por lo que se puede llegar a a confundir la honestidad con la ignorancia.
Son muchas las situaciones en las que la honestidad durante una dinámica social se castiga como cuando eras pequeño. A esto se le conoce como sincericidio, y no se trata de defender la mentira, sino de comprender que la sinceridad completa pase lo que pase, tampoco es una buena elección si no quieres salir mal parado en alguna situación.
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