Lo peor de todo es que tendrás que volver al trabajo. ¡Si ya no te acuerdas ni de cómo funcionaba el programa informático que utilizas para tus tareas! Por no hablar de cómo dejaste la casa antes de salir con tus maletas a la playa, que parecía una leonera. A ver quién se pone ahora a ordenar esos trastos que dejaste por el medio. Para que no te caigas de la cama cuando despiertes y te enfrentes a la realidad, es necesario que tomes nota de unos consejos.
Ya sabemos que en el instante en el que llegan tus vacaciones sientes idéntico estímulo al que recorría tu cuerpo cuando sonaba el timbre del recreo en el colegio. Pero prevenir es mejor que curar; es uno de los consejos universales que encierra más sabiduría. Así que ni el sol ni la tumbona se van a marchar por el hecho de que tardes unas horas más en visitarlos.
Tener todo preparado para tu vuelta te evita disgustos de última hora. La organización te aporta tranquilidad y manda tu estrés a la otra orilla. Ya sabes, ¿que llevas uniforme a trabajar? Lávalo y plánchalo antes de hacer la maleta para veranear. Cuando regreses y lo encuentres en la silla, dobladito, la satisfacción inundará tu cuerpo.
Dejar listas las tareas que debes afrontar el primer día de vuelta a la realidad te ayudará a ir entrando en tu rutina con calma y sin sobresaltos. Así, el segundo día de retorno estarás preparado para lidiar con muchas más obligaciones, aceptando que las vacaciones ya son historia.
La adaptación a tu vida habitual debe efectuarse de manera progresiva. Ve añadiendo actividades por orden de importancia y tómate los descansos necesarios para mimar tu mente. Es decir, no asumas más labores de las que puedes afrontar y sigue potenciando tus aficiones. El bienestar es una de las claves para conseguir lo que te propones. Así que ¡no abandones tu tapa de las doce!
Estas nuevas pretensiones tienen también que ver con tu alimentación. En vacaciones cometes más de un exceso. Vamos, que los dos helados de chocolate, el refresco hizperazucarado y la hamburguesa con patatas fritas suponían la base de tus almuerzos. El daño ya está hecho, así que no vale la pena atormentarse.
Para sentirte ligero de nuevo y emprender esos retos con fuerza, comienza por retomar la comida saludable con frutas digestivas en el desayuno. Por ejemplo, la papaya o la piña. No te olvides de hacer un poco de ejercicio y de beber dos litros de agua al día. Tu corazón se relajará y la ansiedad brillará por su ausencia.
Ahora ya sabes cómo aminorar los fatales síntomas del síndrome posvacacional. Feliz vuelta a la realidad.
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