Lo bueno de maquillarte como una puerta es que repones cosméticos continuamente. Esto te proporciona dos beneficios. Por un lado, vas probando otros tonos de labios que pueden favorecerte más. Por el otro, no tienes que preocuparte por la caducidad de tus cremas, pues en una semana te las fulminas. También es cierto que, aunque asomaras el morro a la calle con la cara lavada, la fecha de extinción de tu base de maquillaje te importaría lo mismo que el mecanismo que hace funcionar tu secador.
Ante esta despreocupación extendida (porque tu caso no es, ni mucho menos, aislado), debes saber que los cosméticos que ya han pasado a la otra vida no son buenas compañías para tu piel. La estás exponiendo a ciertos riesgos que convendría que supieras. ¿O quieres echar a perder todo ese cuidado meticuloso al que la has sometido todo este tiempo?
La respuesta a esta pregunta parece clara: nada bueno, desde luego. Esto no es como ponerte un jersey de renos en verano. Tu atuendo estará fuera de lugar, sí. Sudarás más que en una sauna, también. Pero vestirte con una prenda típica de Navidad en otro momento del año no implica riesgos para tu salud. Puede que sí para tu reputación, pero no para tu bienestar.
Cuando se trata de tu dermis, la cosa cambia. Más aún si la tuya es sensible. Los expertos recomiendan no prolongar el uso de los productos de belleza más allá de su fecha de expiración, ya que pueden irritar tu rostro. Y las rojeces no son las únicas inquilinas susceptibles de habitar en tu cara. Podrían estar acompañadas de eccemas y dermatitis de contacto.
Por no hablar de las infecciones bacterianas que puede producirte esa máscara de pestañas que lleva más tiempo abierta que esa mítica tienda de ultramarinos en la esquina de tu calle. La estructura de este cosmético deja a los gérmenes las puertas abiertas. Y, además, de par en par. ¿Alguna vez has sufrido conjuntivitis? Pues no hay nada más que añadir.
Más allá de los riesgos preocupantes, los cosméticos pasados también repercuten en el aspecto de tu obra. Es decir, si las propiedades de tu maquillaje ya brillan por su ausencia, lo mínimo que puedes esperar es una piel acartonada. La sustancia no se deslizará con agilidad y el resultado será un pegote cuarteado, como cada vez que te da por preparar tú misma la masa de pizza.
No solo cambia su textura, también su aroma y su color. Esta tónica se repite en el caso de los pintalabios, que, además, pueden verse sorprendidos con la visita inesperada del moho. El marrón que te regaló tu novio ahora es rojo chorizo. Si encima eres de las que se chupa continuamente los labios, ¡apaga y vámonos! A saber a qué sabrá eso.
Y no nos olvidamos del colorete. Por supuesto se agrietará, y aplicártelo resultará una misión más imposible que apuntarte a correr todas las mañanas. Tus mofletes parecerán una parcela de tierra devastada por la sequía. Con este panorama, imagina el resultado de maquillarte con todos tus productos pasados de fecha. Seguramente no podrías mover ni un músculo y estarías continuamente rascándote.
Así que, el que avisa no es traidor. Si no quieres sufrir estos males en tu rostro, maquíllate con conciencia y atiende a la fecha de caducidad no solo de tus yogures, sino también de tus cosméticos.
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