La obsesión por tener el cuerpo perfecto está implantada en la sociedad. Tanto que llegamos a pensar que es algo inherente al ser humano como sentir celos o poner la oreja para escuchar una conversación ajena. De esta obstinación no se libra nadie. Ni las embarazadas.
¿Cómo puede una mujer encinta ofuscarse porque su barriga crece? ¿Es que acaso existe una anatomía más bonita que la de una chica en estado? Quizá te estés formulando estas preguntas. Resoplar por pensar en la dieta que te espera dentro de nueve meses entra dentro de la normalidad. Eliminar de la cesta de tu compra los bollos de chocolate o las pizzas de cuatro quesos mientras esperas a tu bebé, también. De hecho, deberíamos implantar esta costumbre en cualquier etapa de nuestra vida y otro gallo nos cantaría.
Controlar el peso durante la gestación resulta fundamental. De hecho, los médicos se preocupan por hacer hincapié en este aspecto. Ahora bien, sentir esa presión continua por contar cada caloría cuando deberías ilusionarte con cada babero que te regalan resulta alarmante. Esta conducta angustiante tiene nombre: pregorexia.
Es conocida popularmente como la anorexia de las embarazadas. Las mujeres que la padecen desarrollan un terror extremo a engordar. Su miedo es tan grande que no se limitan a ayunar, sino que practican ejercicio de manera compulsiva. Y la cosa no termina ahí. Pueden provocarse el vómito y establecer como costumbre la toma de laxantes.
Las futuras madres que sufren este mal manifiestan rechazo a su cuerpo y a su embarazo. Además, se pesan de manera constante, suelen comer solas, abusan del uso de fajas y negarán tener un problema. Por otro lado, no muestran alegría cuando alguien nota que su barriga aumenta. Más bien te regalan una mirada con la que parecen perdonarte la vida.
Por estas razones, si tienes a una fémina encinta en tu entorno y observas estos comportamientos, préstale ayuda. Aquellas personas que han soportado con anterioridad un trastorno alimenticio como la anorexia o la bulimia son más propensas a desarrollar este desorden.
Varios estudios efectuados por científicos de Reino Unido determinan que el 23,4 por ciento de las embarazadas muestra desasosiego por su peso. Mientras, alrededor del 7,6 por ciento sufre problemas alimenticios. Algunas de las mujeres encuadradas en este porcentaje podrían estar padeciendo pregorexia.
El primer efecto de este plan es la visualización de una cifra por debajo de lo normal en la báscula. Según los expertos, una embarazada gana entre 13 y 18 kilos en los nueve meses. Por tanto, adelgazar en este estado no solo resulta extraño, sino que no es en absoluto recomendable. Esta circunstancia supondrá un embarazo de alto riesgo.
La pregorexia puede conducir a la anemia, la caída del pelo, la desnutrición y la falta de calcio. Además, las personas que la padecen pueden volverse irascibles y protagonizar episodios de ansiedad. El fatídico desenlace no solo repercute en la embarazada, sino en el feto. Demora del crecimiento intrauterino, descenso del líquido amniótico, malformación y, en los casos más aciagos, el fallecimiento. Estas podrían ser las temidas consecuencias.
Como ves, llevar una alimentación correcta supone una obligación durante la gestación. ¿Pasa algo si nuestros nuevos amigos, los michelines, nos acompañan un tiempo después de dar a luz? Para despedirlos no hay más que apuntarse a pilates o a yoga y comer de manera saludable. ¡Que la obsesión por el peso no te arruine la etapa más feliz de tu vida!
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