No hacía falta la polémica del ‘despatarre‘ para saber que, por educación, conviene sentarse con las piernas recogidas para que todos tengan su sitio en público. Una de las formas más comunes de hacerlo es con las piernas cruzadas, una postura cómoda que, además, tiene mucho carácter. Inspira seguridad, poderío, solvencia o incluso seducción. Todo según quién, cómo y cuándo.
Ahora bien, ¿por qué lo hacemos? Una postura con ambos pies en el suelo podría parecer más natural e instintiva para ti, ¿no? Pues resulta que cruzar las piernas es igualmente instintivo. Así que, cruza las piernas y continúa leyendo cómodamente.
El motivo por el que cruzas las piernas cuando te sientas es, curiosamente, porque estás incómodo. A ver si podemos explicarlo de manera sencilla.
Si estás sentado como corresponde, la columna vertebral y la pelvis están en una situación de ‘neutralidad’ y te sostienen sin problemas. Es la postura ideal, en la que tu esqueleto y tu musculatura no encuentran especiales problemas.
En cambio, cuando te sientas mal, se produce una alteración en la postura de esas zonas. Pones más peso en algunas zonas del cuerpo. Desequilibras, de alguna manera, los pesos que recaen sobre tu armadura corporal.
Eso produce una sobrecarga en ciertos ligamentos de la columna y la pelvis. Con una mala posición, la sobrecarga produce dolor. Quizá sea imperceptible, pero tu cerebro sí sabe que pasa algo raro.
La reacción es inmediata. La materia gris busca la postura más cómoda y, sorpresa, tus piernas se cruzan.
De hecho, en ese momento no solo mueves las rodillas, sino que rotas la pelvis. Esto obliga a ciertos músculos del muslo y las caderas a tensarse, lo que provoca estabilidad. Recuperas cierto equilibrio, ahorras energía y la ansiedad de tu cerebro se calma.
Vale, ya has conseguido comodidad con ese, digamos, cruzado mágico. Pero, cuidado, esta posición no es más que una solución puntual. ¿Por qué?
Resulta que esta postura también acumula tensión en tu columna. Llega un momento en el que es insostenible. Entonces, te apetece bajar la pierna y levantar la otra. Basculas y cruzas las piernas hacia el otro lado, de modo que la presión se libera y el malestar en ese punto desaparece.
Ahora bien, empiezas a sobrecargarte de nuevo. Por eso, comienzas ese baile interminable, alternando las piernas cada cierto tiempo.
¿Acaso creías que esa seductora postura era casualidad? Quizá en una situación picante sea algo premeditado, pero en todas las demás… ¡nanay de la China!
Un cruce de piernas bien ejecutado, seguramente, sea bueno para secuestrar todas las miradas y seducir a más de uno (y de una). Pero, en realidad, no parece muy saludable andar forzando la columna vertebral y la pelvis.
Si mantienes las piernas cruzadas demasiado tiempo, se te duermen por la presión en el nervio (y es muy incómodo tener el culete dormido). Esta posición también aumenta la presión arterial.
A base de sentarte mal (y pasar unas diez mil horas al día sentado) acabas por dañar tu espalda, sobre todo si tienes un estilo de vida sedentario y no haces deporte. Por ahí vienen graves problemas de huesos, músculos y articulaciones. Por ejemplo, las hernias.
Lo ideal es buscar siempre la postura (que no el postureo) más adecuada, la que sirve para proteger nuestra salud. La ergonomía es la ciencia que nos dice cómo tomar la posición ideal. Así que, como decía tu madre: ¡siéntate bien! o ¡ponte derecho!
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