¿Por qué todos los apellidos italianos que conoces acaban en «ini»? ¿Por qué todas las camisetas que te compras llevan esas dichosas cintas en los hombros? Antes de la era internauta, estas cuestiones te importaban lo mismo que los resultados de la Segunda División de la liga de fútbol coreana. Ahora te preguntas hasta si la forma de tus piernas revelará tu comportamiento sexual o si el esmalte de uñas engorda.
Y en la lista de esos interrogantes se halla el que irrumpe en tu mente cada vez que vas al aeropuerto. No, no es ese en el que te planteas si para desayunar antes de embarcar es necesario que empeñes uno de tus riñones. Nos referimos al que tiene que ver con la apariencia de las aeronaves. El cielo es azul, las amapolas son rojas y los aviones… ¡la mayoría son blancos!
Es cierto que por las alturas pulula alguna oveja negra (en este caso, el adjetivo es literal). Incluso es posible que tu maleta viaje en un aeroplano que surque el firmamento envuelto en un manto lila. Ahora bien, la mayoría de las compañías opta por el color neutro por excelencia, igual que las novias para su vestido de boda. Esta decisión no es producto de la casualidad, como aquella vez en la que te encontraste con un compañero de la guardería en la cola de un cine en Hungría.
La elección obedece no a una razón, sino a varias. Nos sobran los motivos, como diría Sabina. Y todos se relacionan con la seguridad y con la economía. No es cuestión de postureo. Las explicaciones evidencian que no se trata de un tema de estética. Y es que, al blanco no se le da muy bien el camuflaje. Un avión de este color es mucho más localizable en el cielo, incluso en el mar o en medio de la vegetación, algo evidentemente favorable en caso de siniestro.
Por otro lado, una aeronave así soporta mejor la acción del sol. En verano echas a un lado las camisetas negras en favor de las blancas para no asarte, ¿verdad? Bien hecho, chico listo. Pues en el caso que nos ocupa ocurre lo mismo. El blanco funciona de escudo y evita ese recalentamiento. ¿Consecuencia? Menos gasto en aire acondicionado.
Y echamos la vista atrás para volver a tu infancia. Tus padres te vistieron con la ropa de tu hermana mayor. Lógico, hubiera sido una tontería no darles una segunda vida a esos vestiditos tan monos. Las compañías aéreas creen en esa filosofía. Muchas revenden parte de su flota. En esas operaciones, los compradores optan por el blanco para que el único lavado de cara que necesiten esas aeronaves sea la de la colocación del nuevo logo.
El blanco no solo es más práctico. También contribuye a llenar de euros el cerdito de barro de las compañías. Y es que, los colores más vivos se desdibujan y se oxidan con más facilidad. Eso conduce a restauraciones continuas, y, por tanto, a apoquinar más billetes. Además, optar por otras gamas supone más capas de pintura. ¿Consecuencia? Más peso para el avión. Por tanto, más combustible.
Como ves, lo que importa es el interior, también en el caso de los aviones. Volar entre algodones y con la estampa de las Canarias desde las alturas ya es un auténtico lujo, ¿verdad? Entonces, ¿para qué necesitas un avión de pasarela?
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