¿Por qué el agua moja? ¿Por qué el cielo es azul? Las respuestas son tan abstractas como la que corresponde a la cuestión ¿por qué nos enamoramos? Eso sí, la cosa se complica aún más si completamos la pregunta: ¿por qué nos enamoramos de los cantantes? «Un, dos, tres, responda otra vez».
La buena noticia es que no eres el único. De hecho, si no lo has experimentado alguna vez es que eres una especie en extinción, incluso más rara que esa otra que engloba a los contados individuos a los que les gusta más la coliflor que una palmera de chocolate. Si no forraste la carpeta del instituto con sus fotos, es que no has conocido el amor imposible. ¡Dichoso tú! O no…
No podías enamorarte de un compañero de clase, no, tenía que ser del profesor. Por muchas manzanas con las que le obsequiaras antes de empezar la lección, Cupido iba a pasar de ti, ¡y lo sabes! Pero tú, erre que erre, con más dedicación que tu abuela con el punto de cruz. Esas atracciones igual de irracionales que las que se viven con los cantantes son propias de la adolescencia, pero también de fans adultos como tú. ¿Cuándo piensas madurar?
Has caído en el amor igual que una mosca en una tela de araña. Estás tan ciego que te alegras cada vez que tu ídolo rompe con su pareja. «Por fin está libre, ya tengo más posibilidades», expresas mirando al horizonte. Oye, admiramos que sigas a pies juntillas el lema «hay que creer», pero ¿no crees que tu autoestima se desborda como el Ebro cuando llueve a mares?
Exacto. Una de las razones por las que te ocurre esto es porque te pone lo inalcanzable. Difícil lo tienes, desde luego. ¡Si ni siquiera sabe que existes! Bueno, a lo mejor ahora sí, puesto que no paras de freírle a tweets. Para ti, montar en globo y escribir un libro es pan comido, el verdadero reto es sentirte correspondido por tu artista preferido. Eres consciente de que nunca lo conseguirás, pero la dificultad alimenta tu pasión, igual que ocurría con Romeo y Julieta.
Otro motivo es la admiración. Sus letras parecen radiografiar no solo tus comportamientos, sino tus miedos, tus inquietudes… ¡Es la voz de tu conciencia! Esa capacidad para entenderte te tiene loco. ¿Dónde vas a encontrar tú una media naranja que te tenga tan calado?
No nos engañemos, las personas triunfadoras tienen gancho. Si no, solo tienes que fijarte en Amaia, Alfred y sus compañeros. Los triunfitos desatan entusiasmo a raudales. Sus fans ponen en bucle sus actuaciones y conocen hasta la fecha en la que les salieron sus primeros granos. Del deslumbramiento al enamoramiento hay menos distancia que de tu casa al garaje. La imagen que percibimos de ellos es de seducción absoluta. Hasta sus imperfecciones nos parecen entrañables. ¡Como para no enamorarse!
La inaccesibilidad de un individuo aumenta su valor, igual que una obra de Dalí. Y, al final, esos amores platónicos no correspondidos son los que más nos marcan. En este grupo, los enamoramientos proferidos a cantantes son los que más abundan. Quizá la música también tenga algo que ver. Y es que no es lo mismo que te suelten un «te quiero» con la misma pasión con la que te dan los buenos días que decírtelo con una canción y ante millones de testigos.
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