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¿Por qué debes comer despacio?

Redacción Cadena Dial
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Cuando comes fuera por trabajo suele pasar y hasta podría estar justificado. Pero cuando se trata de hacerlo a gusto en casa o en un restaurante, no hay excusa. Comer como si se ingiriera un cubo de pienso, sin respirar y con ansia, no tiene nada de bueno ni de agradable. Y a lo mejor ya se ha convertido en una costumbre en la que ni te fijas. Comes a toda velocidad como si fuera lo normal.

Déjanos decirte que comer así puede estar afectando a tu salud y a tu bienestar personal. ¿Quieres saber por qué te conviene comer más lento? Sigue leyendo.

Te sobran los motivos y las cantidades

Suele pasar cuando tenemos prisa, claro. Pero también por mera costumbre o porque no estamos a lo que estamos. Por ejemplo, perdemos el norte a la hora de comer cuando estamos delante de la tele o usando el móvil. Hay muy buenos motivos para comer más lento. Cuidar la salud debe ser el principal objetivo.

Te preguntarás qué tiene de malo para la salud tragar como si te persiguiera un tigre y acabar la comida en 7 minutos y 49 segundos incluyendo postre y café. No nos referimos a que puedas atragantarte, sino a las cantidades que ingieres.

El estómago y el sistema nervioso están conectados. Cuando el estómago empieza a recibir comida se pone en marcha el contador de cantidad, que viene a ser como el del surtidor de la gasolinera. Una vez se llega a la cantidad adecuada (fíjate lo listo que es nuestro cuerpo y el poco caso que le hacemos), el estómago manda una señal al cerebro. Entonces, este te dice, «¡ey!, se acabó el hambre, para de comer». Es el cerebro quien nos da la señal de parar, no el estómago.

El problema es que esta señal tarda unos minutos en hacerse efectiva. Es decir, que cuando el estómago ya está bien lleno, todavía puede pasar un ratito antes de que sientas la saciedad. Si tragas y tragas como si estuvieras en la F1, lo que estás haciendo es incorporar mucha más cantidad de la que necesitas. ¿Resultado? Sobrepeso, obesidad y problemas digestivos. Mal asunto.

Comiendo más lento, la señal de «lleno, por favor» se alcanza a un ritmo normal y pierdes el hambre cuando tienes que perderla, ni más ni menos. Solo ingieres la cantidad de comida que necesitas.

¡Controla el ansia!

¿Y cómo se hace eso de comer más lento? Obviamente, no se trata de tragar despacito, a cámara lenta. Se trata de ir con calma y recuperar el control de nuestro cuerpo. No dejarnos llevar por el ansia y el hambre. ¡Espera un poco!

No es morder, mascar dos veces y tragar como un pato. Es morder, dejar el alimento en la boca y masticarlo varias veces sin prisa, dejando que su sabor nos invada. La cosa va de pararnos a sentir las virtudes de la comida y disfrutar más allá de llenar el buche como un palomo gordo.

Mastica despacio unas diez o quince veces por cada bocado. Tritura el alimento, percíbelo y sé consciente de él. ¡Disfrútalo! En total, una comida lenta debería durar al menos 20-25 minutos. En ese tiempo, comiendo con calma, el cerebro ya habrá dado la señal de plenitud y, aunque tu estómago seguramente podría seguir admitiendo comida, simplemente ya no tienes ganas. Misión cumplida.

Comiendo lento podrás perder peso o, al menos, no engordar más. Disfrutarás de la comida, tendrás mejores digestiones y evitarás el exceso de calorías. ¡Olvídate del monstruo de las galletas!

 

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