Estás en una entrevista para conseguir tu trabajo perfecto y, de repente, necesitas estornudar. Imposible reprimir tus ganas. «¿Qué puedes aportar a la empresa?», te pregunta tu posible futuro jefe. Pero en tu cabeza solo escuchas aquel «cómo me pica la nariz», de Los Payasos de la Tele. Taponas tus fosas nasales y tu boca; un acto susceptible de desencadenar una lista de catastróficas desdichas.
¿La primera de ellas? La mala impresión que causa. No ya porque esa persona va a conocer tu cara de pez globo antes que tus dotes laborales, sino porque tu distracción evidencia falta de recursos para responder. Y la cosa puede ir a peor. Sí, aguantarte la convulsión podría perjudicar a tu salud. Te contamos cómo.
La pregunta adquiere un matiz retórico. Podrías contestarla por ti mismo. Haz memoria. ¿Qué ha ocurrido cada vez que te has encontrado en esa situación? Te ahogaste, te pusiste rojo como un semáforo y tu madre casi llama a la ambulancia, alertada por tus espasmos mientras se manejaba entre fogones.
Aceptamos que es una exagerada. Eso sí, su preocupación encuentra explicación en los efectos secundarios que podría conllevar poner el freno a este mecanismo defensivo de tu cuerpo. No olvidemos que esta expulsión arrastra gérmenes y agentes irritantes, con lo que si pones impedimentos, podrías pagarlo caro.
Ese incremento de presión que desencadena aguantarte las ganas puede provocar hemorragias nasales. La cabeza te dolerá más que después de un fin de semana de juerga. Y tus oídos tampoco saldrán bien parados. Ojalá te pitaran porque tu vecina te estuviera poniendo a caer de un burro, pero no. El tímpano podría inflamarse y no sería raro que te marearas o experimentaras alteraciones en la audición. ¡Incluso tu cuello podría fracturarse!
¿Aún te quedan ganas de reprimir tus ansias por estornudar? Sabemos que eres sensato, así que piensa. ¿Prefieres esperar atolondrado en la sala de urgencias o llevar un pañuelo contigo y quedarte a gusto?
Repetimos: nunca domines tu estornudo, pues el desenlace podría resultar más fatídico de lo que te hemos contado hasta ahora. Para que te lo tomes enserio, traemos a colación un caso ocurrido en el Reino Unido. Con un agujero en la laringe. Así terminó un paciente de 34 años, hospitalizado durante una semana por taparse la nariz y la boca al notar cómo se avecinaba una sacudida.
Este hombre presentaba un desgarro en su garganta y el cuello inflamado. Sentía que no podía tragar y que sus fosas nasales estaban taponadas. Además, perdió la voz. Imagínate si te pasa a ti, que no callas ni debajo del agua. Aunque solo sea por eso, deberías huir de esta práctica, ¿no crees?
Ah, y como quizá ya le hayas cogido cariño a este pobre chico, te informamos de que salió del atolladero. Ahora mismo se encuentra como una rosa. Es un alivio, ¿verdad? Entonces, ¡que no cunda el pánico! Aún te queda mucho que vivir para adquirir las dotes de exageración de las madres. Obsesiónate por disfrutar de tus amigos, por guardar cada cosa que te regalen tus hijos o por mimar a tus padres a diario, no por estas cosas banales.
Así que ya sabes, ¿que te entran ganas de estornudar? Ni te lo pienses. ¡Adelante! No te olvides del pañuelo, eso sí. Pide perdón a continuación y responde a tu jefe qué serías capaz de aportar a la empresa. ¡Que se dé cuenta de lo que vales!
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