Ocho de cada diez personas duermen con el móvil encendido junto a su oreja. Tú haces bueno aquello de «¿Dónde va Vicente? Donde va la gente», así que, por supuesto, no estás en esas dos excepciones. Te vale con la eterna excusa «¿Y si pasa algo de madrugada?» para justificarte. Pero bien sabes que tienes el teléfono a tu vera porque no puedes vivir sin él…
Y con él, a todas horas, tampoco. Sobre todo, cuando duermes. Deberías mandarlo al sofá en lugar de a tu pareja. O, al menos, apagarlo mientras descansa en tu mesita de noche. ¿Hasta qué punto está perjudicando a tu salud este hábito?
Seguramente, tus ojeras estén creciendo a la velocidad del pienso de tu perro cuando cae en el agua. Además, te comportas de manera irascible en cuanto te dan los buenos días, y te quedas sopa mientras esperas en tu parada de tranvía. Por no hablar de ese estrés que ha propiciado la vuelta del acné a tu bonita cara.
Le echas la culpa a tu obsesión por terminarte todos los capítulos de tu nueva serie de cabecera en un fin de semana. Puede que ese maratón interminable que hace que cierres los ojos a horas intempestivas tenga algo que ver. Ahora bien, tu teléfono móvil tiene todas las papeletas de estar detrás de todo esto. Y los científicos tienen la palabra.
Según los expertos, el problema radica en la pantalla. Su luminiscencia reduce la melatonina, es decir, la hormona reguladora del sueño. Con lo cual, soñar con que se te caen los dientes, con que caminas desnudo por la calle o con que te persiguen, se retrasará hasta bien entrada la madrugada. Al reducir esas horas profundas de sueño (lo que conocemos como fase REM), tu estado de alerta aumenta. ¡Contar ovejitas se te va a hacer más interminable que esperar tu turno en la carnicería!
Pero la cosa no acaba ahí. Comprobar los últimos mensajes antes de acostarte hiperexcita tu cerebro. Vamos, lo contrario de lo que debería pasar. Por lo tanto, no descansarás como sería recomendable. Por no hablar de esa notificación que te despierta a las cuatro de la mañana.
Da igual que sea una foto de tus amigos de juerga. Tampoco importa que se trate de un nuevo correo sobre la política de privacidad de esta página en la que compraste aquellos zapatos. Lo mismo da si es un aviso sobre el vídeo que está retransmitiendo en directo ese contacto de Instagram que seguiste por compromiso. Sea como fuere, esta acción provocará los mismos efectos: interrumpir bruscamente tu sueño y alargar la espera hasta que vuelvas a dormir como un bebé.
Hablando en plata: el móvil corta el rollo. Este insomnio tecnológico no desaparecerá hasta que no le pongas remedio. Además, ten en cuenta que, si tienes la suerte de compartir colchón con el amor de tu vida, tu media naranja también se vería afectada por esa vibración a altas horas de la noche. Si sigues así, acabará planteándote un dilema impensable: «¿El móvil o yo?».
Tú mismo. La decisión es tuya. Aunque sabiendo los riesgos que tiene para tu salud dejar el móvil encendido a tu lado mientras duermes, parece descabellado hacer caso omiso. Piensa que tienes otras 16 horas para estar junto a él. Ya es triste que con esta frase no nos estemos refiriendo a tu pareja, sino a un dispositivo, pero… ¡este es el mundo que nos dejan las nuevas tecnologías!
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