Mascar chicle es una costumbre que adoptaste cuando eras pequeño. Desde entonces sigues consumiéndolo e incluso puedes llegar a pensar que te ayuda a concentrarte. Lo que no parece estar demasiado claro es si esta golosina es o no positiva para tu aspecto físico. ¿Quieres saber por qué?
Comer chicle es una de las actividades físicas que provoca un mayor número de arrugas. Es más, hacerlo de forma habitual puede llegar a multiplicar por tres tus arrugas en un periodo de diez años. El motivo principal es que el movimiento repetitivo de la mandíbula y de los labios provoca cierta laxitud en la zona. La piel que rodea la boca es muy fina, y el movimiento termina por provocar una pérdida de elasticidad que resulta fatídica para lucir un rostro bello y saludable.
Por lo tanto, sería interesante que te pensaras dos veces lo de mascar chicle a diario.
Sin embargo, otras corrientes apuntan a que comer chicle es muy recomendable para reducir la papada. El movimiento continuo permite reducir la grasa, pero ¿qué es mejor, no tener papada o tener arrugas en los labios? La duda es demasiado complicada como para tomar una decisión a la ligera.
Lo que sí parece estar claro es que el consumo de chicle provoca que tu piel pierda su textura original y que tengas que terminar gastándote una fortuna para intentar recuperar la elasticidad perdida. Ahora bien, ¿por qué mascas chicles? ¿Por costumbre o por necesidad?
En muchas ocasiones, se utiliza para evitar tener mal aliento. En otras como ansiolítico y en la mayoría de los casos como sustituto del tabaco o de la comida. Lo que parece estar claro es que se trata casi de una adicción que termina por afectarte más de lo que parece. Si no puedes evitarlo, apuesta por la modalidad sin azúcar y no te pases todo el día con el mismo chicle. Al fin y al cabo, no deja de ser un trozo de goma arábiga que ni aporta nutrientes, ni es demasiado conveniente consumir.
Caramelos, regaliz y productos similares pueden ayudarte a mantener la boca ocupada y a no tener que sufrir los perjuicios estéticos del chicle. Además, también conseguirás evitarle a los que te rodean el bochornoso espectáculo de verte masticar como una vaca durante horas. Recuerda que no son dentistas y que no tienen por qué ver tus empastes entre otras lindezas.
Los chicles, como los dulces, envejecen. Por lo tanto, si tienes ahora unos veinticinco años, piensa que a los treinta y cinco tendrás la cara como una pasa. Si a esto le sumas la fortuna que te habrás gastado –unos tres euros por paquete a la semana–, que la dentadura también se resentirá, que tu mandíbula perderá fuerza y energía, que estarás engañando a tu estómago y malgastando tus contadas enzimas digestivas, la decisión parece más fácil de tomar que nunca.
Ahora bien, no por dejar de mascar chicle vas a dejar de morirte, y por tener unas arrugas más en los labios tampoco. Si te gusta el chicle y puedes consumirlo, adelante. El tiempo dirá qué pasa con tu piel y cómo puedes solucionarlo. Tampoco se trata de estar todo el día pensando en qué tomas y qué no. Relájate, disfruta, pásalo bien y come, con moderación, lo que más te guste y te agrade. Eso sí, no te olvides compartir tus chicles con tus amigos y familiares. Especialmente con aquellos que te caen peor. Todo sea por verlos arrugados mientras sonríes de forma maléfica.
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