«Hola, soy tu menstruación», te dice tu amiga de rojo el primer día en tu nuevo trabajo. Y, claro, sabes lo que toca porque es lo que has hecho (casi) toda tu vida: ir al baño, asearte, cambiarte la compresa… Ahí, en tu soledad y con la resignación acostumbrada.
Seis meses después, llega tu amiga de rojo y dice, «hola, soy vuestra menstruación». Y, entonces, ves que tú y cuatro compañeras estáis en las mismas. Aquella que se olvida de los tampones sabe que la compañera de mesa le dará uno. Pero ¿cómo es posible? ¿Será verdad eso de que las reglas se sincronizan?
Para algunas mujeres, la menstruación sincronizada debería ser un deporte olímpico. Todas en grupo haciendo, soportando y sufriendo lo mismo, a la vez y en el mismo lugar. Con mucho menos se organizan ligas oficiales de deportes de equipo menos cohesionados.
Pero la verdad es que no hay consenso sobre la realidad de la sincronización de la regla. ¿Es verdad? ¿Es un mito?
La idea de que las reglas se sincronizan nació a principios de los años 70, cuando la psicóloga Martha McClintock observó ciertos patrones curiosos en los grupos de mujeres.
Resulta que, cuando viven o trabajan juntas, sus reglas terminan por darse la manita y salir juntas a bailar. Es algo que investigó en varios grupos como, por ejemplo, 135 estudiantes de una residencia universitaria. En todos los casos creyó ver el mismo resultado.
Según McClintock, la culpa de todo es de las feromonas, unas sustancias relacionadas con la reproducción que algunos animales emiten para mandar mensajes y alterar el comportamiento ajeno.
La hipótesis de esta psicóloga supone que el ciclo menstrual de una mujer se altera cuando capta con el olfato las feromonas de otra. Y viceversa, a la otra mujer le pasa lo mismo, de manera que ambos ciclos se van equilibrando hasta coincidir.
El problema es que no está demostrada la existencia de las feromonas en humanos. Existen en algunos animales, pero no en todos. Además, diversos análisis indican que los estudios de McClintock podrían no tener toda la precisión deseada porque, entre otras cosas, no tuvo en cuenta el factor azar.
Otra hipótesis que defiende la teoría de la sincronización no se fija en la influencia directa entre mujeres, sino en la influencia ambiental. ¿Qué quiere decir esto?
Cuando varias mujeres conviven o pasan mucho tiempo juntas es porque tienen actividades comunes y, por lo tanto, ritmos parecidos. Es decir, que tú y tus compañeras del curro tenéis los mismos horarios, hacéis las mismas actividades en el mismo sitio, os exponéis a las mismas temperaturas y recibís la misma cantidad de luz solar.
Por lo tanto, todas estáis bajo los mismos estímulos ambientales. Así que vuestros organismos se adaptan de maneras similares y, con el tiempo, surge la sincronización.
Ambas hipótesis son curiosas, pero lo cierto es que la explicación más aceptada por los especialistas es la de la pura y aburrida casualidad. No se ha podido demostrar lo contrario ni hay pruebas concluyentes de sincronización.
Hay que tener en cuenta que cada menstruación es diferente. Hay ciclos muy regulares y otros irregulares, algunos tienen duración fija y otros son muy variables. Así que, por simple estadística, puede ocurrir que en dos chicas que compartan piso coincidan alguna vez sus menstruaciones.
Todo indica que no es más que un mito, algo no demostrado científicamente. La menstruación puede sincronizarse pero, según parece, no lo hace en todos los casos, ni con todas las mujeres, ni para siempre.
Es decir, hasta nueva orden, el azar es el que está detrás de todo.
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