«¿Lleva gafas? ¿Usa sombrero?» Te entrenaste tanto con aquel juego en el que debías adivinar la persona que se escondía detrás de una apariencia que podrías aplicarlo a la realidad. Demostrarías así las teorías de un grupo de investigadores franceses e israelíes que abordaron esa cuestión. ¿Influye tu nombre en tu aspecto físico? A juzgar por sus pesquisas, existe una relación entre el nombre de pila y el rostro de un individuo.
Y no se queda ahí la cosa. Al parecer, muchos de nosotros relacionamos un nombre concreto con un tipo de persona. Los expertos ponen este ejemplo: tendemos a pensar que alguien llamado Ramón tendrá una cara más redonda que Lucho. Y tú, ¿de verdad tienes cara de llamarte Marta?
Las mencionadas investigaciones comprobaron si era posible que los participantes acertaran a qué cara correspondería un determinado nombre más allá de la casualidad. ¿El resultado? En torno al 40 % de los voluntarios acertó, lo que supone el doble de puntería que el estimado para el azar (establecido en el 20 %, aproximadamente). Es decir, estas reacciones vendrían a corroborar que nuestro nombre posee unas características no escritas que podríamos asociar a nuestra apariencia.
Y los científicos van todavía más allá. Apuntan a una teoría que puede sonarte a chiste. Al parecer, el asociar correctamente nombres a caras específicas tendría su explicación en los dueños de esos rostros. Se trataría de personas que han maquillado sus gestos o aspectos más modificables, como el peinado, para adaptarse a esas señales que las hacen merecedoras de esas denominaciones.
«¿Y cómo he sido capaz yo solito de hacer eso?», te estarás preguntando. Pues, inconscientemente. Vamos, tal y como ocurre cuando tienes un antojo y no sabes a qué se debe. De este modo, alteras tu apariencia para ajustarte a los estereotipos no escritos que encierra tu nombre.
La mencionada conexión entre tu nombre y tu cara halla su primer antecedente en el conocido efecto bouba/kiki. Como si te hablan de los agujeros negros, ¿verdad? Para explicarlo debemos situarnos en 1929 y en suelo español. Concretamente, en Tenerife.
Es en esta fecha cuando el psicólogo Wolfgang Köhler descubrió un sorprendente proceso en el cerebro de la mayoría de los sujetos que colaboraron en su investigación. El caso es que la mayor parte de ellos asoció el término bouba a objetos redondeados. Mientras, relacionaban la palabra kiki con formas puntiagudas. Se demostraba así que la vinculación entre las formas no siempre es arbitraria.
Otras investigaciones aseguran que los nombres sencillos y fáciles de pronunciar serían propios de personas más sociables. En definitiva, resultaría más fácil entablar conversación con otros cuando tienes un nombre práctico. Al parecer, esto también te ayudaría a encajar en tu puesto de trabajo. Enhorabuena a Ramón, a Lucho y a ti, Marta.
Debes saber también que un nombre así te favorecerá si quieres emprender tu carrera política o liderar algún cometido. A ver, si tu pretensión es llegar a convertirte en presidente de tu comunidad de vecinos, ni falta que te hace llamarte Pedro. Todos te adjudicarán el marrón con gusto. Vamos, que es completamente viable que te llames Nenúfar De Todos los Santos.
En fin, lo que está claro es que quienes tienen el poder exclusivo sobre tu apariencia física son tus padres. Ellos te otorgan tus rasgos… y tu nombre.
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