Si tienes la suerte de estar en casa después de comer, te la echas. Y si no es así, fantaseas con la llegada del fin de semana para hacerlo. Hablamos de la siesta, posiblemente la costumbre española de mayor prestigio internacional. Ni gastronomía ni sol ni alegría de vivir: siesta. Algo tan elemental al mediodía que parece imposible que no sea un fenómeno universal.
Pues no, no lo es, aunque en muchos países empieza a tomarse muy en serio. Tanto, que es objeto de estudios muy sesudos llevados a cabo por expertos de esos que llevan bata blanca y tienen rostros muy pensativos.
Cuánto dura tu siesta
Ya existen ‘siestódromos’ e incluso hay empresas muy modernas que apuestan por facilitar la siesta entre sus empleados, algo que deberíamos implantar ya aquí por decreto ley. Porque si algo nos está faltando, con el ritmo y los horarios de trabajo que tenemos, es el disfrute del sueñecito después de comer. Una tragedia.
Entre los estudios que se han dedicado a la saludable siesta destaca uno realizado por la NASA (sí, en serio). Con sus telescopios han estudiado galaxias lejanas, ritmos solares y el trascurso del nacimiento y la muerte de estrellas binarias.
Los cálculos han sido complejos, pero el resultado podría cambiar la historia de la humanidad: ya sabemos cuánto dura la siesta ideal, y son 25,8 minutos, ni más ni menos. Precisión de científico de la NASA, claro. Hablemos de 26 minutos por eso de dar una propina. Pero que conste en acta, señoría, que la cifra no es unánime, porque otros estudios recomiendan 30 o incluso 40 minutos.
Según estos expertos, 26 minutos es el tiempo de la siesta perfecta, esa que sirve para descansar y apagar la mente un ratito, pero que no dura tanto como para sumergirnos en la llamada borrachera de sueño. Ya sabes a qué nos referimos. Es esa siesta que, cuando te despiertas, echa a perder todo el resto del día. Es la que te deja hecho polvo, con más cansancio y más sueño que antes. Con peor humor, menos paciencia, más enfado y menos tolerancia con cualquier cosa. Te deja la boca pastosa, legañas y los pelos como si hubieras metido los dedos en el enchufe.
Así que no te extrañe que lo estés haciendo ‘mal’ si eres de esas personas que cuando se echa una siesta llega a niveles de ponerse el pijama, llevar un orinal, roncar como un martillo hidráulico y babear hasta encharcar la almohada. Si tras esa paliza te despiertas con mal cuerpo, puede que te estén sobrando como noventa minutos de dormilona.
Y cómo conseguirlo
Lo difícil es aprender a dormir esos 25 o 26 minutos ideales, aunque es posible entrenar la rutina de echar la cabezada adecuada. Si quieres una siesta breve pero provechosa, sigue estos consejos:
– Controla la hora. Usa el despertador para no sumergirte en el sueño. No duermas la siesta después de las cuatro, porque te estarías metiendo en el ritmo de la tarde y puede aturdirte.
– Oscuridad y silencio. Si no hay ruido ni luz, no solo es más fácil caer, sino que también será un sueño más reparador. Si hace falta, ponte un antifaz.
– Apaga el móvil. Estar pendiente de las notificaciones que llegan el teléfono no ayuda a desconectar. Fuera interrupciones.
Ahora solo te queda encontrar la oportunidad de poder echar la siesta, porque no todos tenemos tiempo. Pero incluso en la oficina puedes encontrar un ratito después de comer. ¡Mucha suerte y buenas noches!
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