¿Nunca te han roto el corazón? Enhorabuena. Ojalá no te ocurra jamás. Aunque, estadísticamente, no parece probable que siempre seas tú el que tome la sartén por el mango. Nunca se es indemne a este mal, así que prepárate para unas futuras calabazas.
Pese a no haberlo experimentado, probablemente ya sepas que recibirás una puñalada en el ego. Del dolor en el alma no te librará ni Rita y tu cerebro se aplastará como si fuera hojalata mientras tratas de descifrar el porqué. Pero lo que quizás no sabías es que el alejamiento forzado de tu media naranja hará mella en tu cuerpo. ¿Quieres saber cómo? Presta atención.
Ante estas expectativas, quizá se te hayan borrado las ganas de enamorarte. Calma. En primer lugar, te tranquilizará saber que a tu abuela no le faltaba razón cuando pronunciaba aquella frase: «Lo único que no tiene solución es la muerte». Volverás a sonreír como en tus mejores épocas.
Será cuestión de tiempo. No pierdas la oportunidad de vivir lo bonito del amor por prevenir malos tragos. Los sinsabores que puedan producirse después, ya los digerirás, ¿no? Pues eso.
Entre estos males figura la ausencia de descanso. La nostalgia que sentimos cuando nos rompen el corazón no nos deja dormir las horas recomendadas. Esta falta de reposo repercute en nuestro estado de ánimo, pero también en nuestro físico. Si no, ¿a qué crees que responden esas marcadas ojeras que tiene tu vecino desde que ya no vive con su pareja?
En este estado de desconsuelo y melancolía ni se te ocurra escuchar vuestra canción. Desatará una oleada de bonitos recuerdos que harán que aumente esa morriña y termines sufriendo insomnio. El desvelo es un mal compañero, pues también repercute en tu piel, deshidratándola y volviéndola más áspera. Recuerda: el sufrimiento avejenta.
El desengaño amoroso también llega a tu nevera. De dos formas (y las dos, igual de malas). Puede que se te cierre el estómago, con lo que no te entrará ni una mísera uva en todo el día. ¿Qué supone no probar bocado mientras no abandonas el duelo? No hay que ser un lumbreras para imaginarlo.
Ten presente que una alimentación con todos los nutrientes se antoja necesaria para rendir con garantías. Nuestro aspecto tampoco será saludable si en nuestro cuerpo se produce el efecto contrario.
Hablamos de la ansiedad, que da lugar a esa intranquilidad y esa desazón que nos conducen a comer de manera compulsiva. Este estado alborotará tu sistema nervioso, provocando tu pérdida de control. No solo en lo relativo a la alimentación, sino en tus relaciones personales o laborales.
No estamos hablando de una nimiedad. De hecho, en un caso extremo, una ruptura puede suponer para los afectados síntomas parecidos a los que provoca un ataque al corazón. Este estado se denomina, utilizando un tinte un tanto romántico, síndrome del corazón roto.
El sufrimiento es tal que los expertos aseguran que entre el uno y el dos por ciento de los pacientes que acuden al hospital por un aparente fallo cardíaco padece en realidad este síndrome.
Pero has de saber que esta circunstancia no se da habitualmente, por lo que nos afianzamos en lo dicho hasta ahora. Una buena película, con tu manta de cuadros, tu gato al lado y una tarrina de helado son buenas armas para empezar a superar la ruptura. Y recuerda, sentirse el punto más insignificante del mundo cuando te rompen el corazón es un sentimiento universal del que no tienes la exclusividad.
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