En un mundo acelerado en el que cada vez se nos exige más, la vaguería es una virtud. Debemos reivindicar el derecho a no querer hacer nada. Pero lo malo de esto es que suele estar acompañado del sedentarismo, una situación que trae michelines y lorzas de campeonato. Mira esa palabra: campeonato. ¿No te da una pereza tremenda? Entonces tendrás que hacer algo para evitarla… ¡oh, no!
Para ponernos en forma, fortalecer el cuerpo y adelgazar un poco, moverse es fundamental. En la red existen múltiples ideas de entrenamientos «para vagos», que insisten en que la solución está en practicar ciertos ejercicios explosivos que tengan efectos equivalentes a otros de larga duración.
Es decir, son sugerencias que no entienden en absoluto lo que significa ser un vago redomado. Porque animarse a practicar una rutina deportiva de cinco minutos intensos no es «para vagos». Para un flojo con carnet, la idea de hacer ejercicio diez minutos al día en casa es igual de dolorosa que ir al gimnasio o jugar un partido de 90 minutos.
A ver si queda claro: los vagos no queremos que nos enseñen ejercicios adaptados. Queremos todos los beneficios del deporte pero sin dedicarle ni un minuto. Sí, es imposible, pero es la auténtica esencia de la flojera. Todo lo demás son triquiñuelas para hacernos abandonar el sedentarismo, una crueldad sin nombre.
La solución está en hacer trampas, camuflar el ejercicio como obligación o diversión, en vez de ser ejercicio por sí mismo. Nada da más escalofríos que la actitud del deporte por el deporte. ¡Eso es para los llamados «activos»!
Para practicar esta rutina tramposa, el vago solo necesita concienciarse de añadir ejercicio físico que pueda aplicar una vez ya está en marcha. Porque no le pidas que se ponga en marcha porque sí.
He aquí algunos ejemplos de deportes aptos para gandules:
– Marcha urbana. Ya que estás en la calle, no pienses en el ejercicio, deja la mente en blanco y camina más. Bájate del autobús dos o tres paradas antes. No cojas el coche para ir a por pan.
– Alzamiento de piernas en vertical. Venga, puedes subir la escalera. Si vives en un décimo, al menos sube andando hasta el quinto. A partir de ahí, te damos permiso para coger el ascensor.
– Lanzamiento de esferas celulósicas. Utiliza la prensa de ayer para armarte con cincuenta bolas de papel y echa el rato tirándolas a la papelera. Si tienes mala puntería, tendrás que recogerlas del suelo a mano. ¡Agacharse! ¡El horror!
También te recomendamos tres disciplinas deportivas camufladas como actividades inocentes:
– Bailar. Es divertido y ni siquiera necesitas hacerlo bien. Calorías fuera a chorro.
– Petanca. Si tienes más de 10 años y menos de 70, practicar este deporte solo puede ser un pasatiempo de vagos. Se lanza como sin ganas, no hay que correr y ni se suda.
– Bolos. Unos cuantos amigos y a la bolera. Entre charla, risas y cachondeo, no te vas a dar ni cuenta de que estás lanzando peso. Al final, cansancio y todo.
En definitiva, si quieres hacer deporte, hazlo. Y te sentará genial. Pero tienes que elegir: o te lo tomas en serio, o buscas las trampas del perezoso. ¿Qué eliges?
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