Pero, aunque lo practiques, estamos seguros de que hay al menos un momento al día en el que eso de la conciencia plena lo tienes más olvidado que la canción del verano de 2002. Sí: en la ducha. ¿Te hemos pillado?
¿Cuántas veces te has descubierto con la cara embobada bajo el chorro de agua? De pronto te despiertas de una ensoñación sin saber cuánto tiempo te has pasado mirando a la cortina con la boca semiabierta. O a lo mejor sí lo sabes, porque se acaba el agua caliente y el chorro frío te trae de vuelta en 0,2.
Pues ese viaje mental, donde no estás en ningún sitio ni vas a ningún lado, es lo que se conoce como mind-wandering. Aquí podríamos llamarlo divagar, estar ausente, pensar en las musarañas o, directamente, estar empanao. Pero ese empane no es necesariamente un apagado total, sino que ayuda a reiniciar nuestro ordenador interior.
Parece ser que ducharse no solo te refresca y limpia el cuerpo. También te refresca las ideas. No hace mucho, una encuesta que quería investigar las costumbres en el baño desveló que el 72 % de las personas tienen sus mejores ideas en la ducha.
La ducha resulta ser un oxigenador mental bastante bueno. En el estudio mencionado, un 40 % indicó que les ayudaba a despejar la mente. Un 15 %, que en esos minutos se les ocurrían ideas nuevas. Un 17 % encontraba inspiración para resolver problemas complejos. En definitiva, te asaltan reflexiones originales y fomentas la importantísima creatividad.
Esa parece ser la clave de los que defienden el mind-wandering frente a la atención plena constante del mindfulness. La creatividad parece fomentarse más cuando dejamos volar al intelecto. Y, por eso, encuentras soluciones a tus problemas cuando menos te lo esperas y no cuando más las buscas.
– Haces deporte y tu cuerpo está esforzándose con alguna rutina mientras tu cabeza está en otra parte.
– Llevas diez minutos pasando los ojos sobre el mismo párrafo de un libro, leyendo la nada.
– Miras sin mirar los anuncios de la tele. Habías dedicado cinco horas en la oficina a buscarle las vueltas a un problema y la solución te llega delante de un anuncio de detergente.
Seguramente hayas tenido uno o dos momentos de ausencia hoy y no te has dado ni cuenta. ¡Ocurre a diario!
¿Se trata de pasar del mindfulness? No, ni mucho menos. Pero tampoco se pueden demonizar todos esos momentos en los que la mente vuela. Hay tiempo para la conciencia plena y tiempo para las musarañas.
Según algunos expertos, lo ideal sería aprender a manejar ambos ejercicios. Para que vayan de la mano, lo mejor es que los momentos de concentración y conciencia plena desarrollen y saquen el jugo de las ideas creativas. Ideas que, quién lo iba a decir, surgen cuando menos concentración tienes.