Llorar cuando cortamos cebolla, los espasmos en los ojos o bostezar cuando vemos cómo a otra persona se le abre la boca son tres reacciones extrañas, pero habituales, del cuerpo. Seguro que te has percatado de que tu físico responde de manera extravagante a determinadas situaciones. La mala noticia es que no tienes un superpoder. Lo sentimos, eres tan mortal como el resto. ¿La buena? Que no se trata de ninguna anomalía.
De hecho, la ciencia explica estos comportamientos estrambóticos, aunque muchos razonamientos se escapen de nuestro entendimiento. En este caso, vamos a repasar cinco de esas conductas singulares de nuestro cuerpo cuando interviene un elemento no bienvenido: el frío.
El ambiente gélido comporta más efectos en tu ser de los que puedas imaginar. Entre ellos, estos:
El clima helado conduce a la tiritona. Resulta obvio, ¿no? Pero ¿sabrías decirnos cuál es la razón? Los entendidos aseguran que cuando estamos congelados, nuestro cerebro proyecta señales nerviosas a través de nuestra columna vertebral. De esta forma, tus músculos se contraen y se relajan repetidamente, a un ritmo vertiginoso. Este argumento sirve también para justificar el tembleque de tus dientes y mandíbula.
¿No has notado cómo tu anillo de compromiso te queda más flojo en invierno? Esta estación podría darte un problema con tu pareja si tu joya se desliza por un desagüe. Esperemos que no ocurra. Si no, la causa de este fenómeno te servirá como excusa. Los vasos sanguíneos se contraen con las temperaturas bajas para conservar el calor. Como consecuencia, a las extremidades llega menos flujo sanguíneo, provocando esta sensación.
¿Cómo puede ser que mis mejillas estén rojas si no me he ruborizado? En este caso, la sangre de esa zona, también la correspondiente a la nariz, se redirige a órganos vitales como los pulmones y el corazón. Cuando abres la puerta de casa y te colocas frente a la estufa en busca de calor, la sangre comienza a ubicarse de nuevo y durante este tiempo mantienes tu cara roja.
Este es uno de los efectos del frío más aplaudidos. No quiere decir que si te atiborras a pizza, vayas a adelgazar un par de kilos si masticas mientras patinas sobre hielo. Eso sí, es cierto que el índice metabólico basal, es decir, la capacidad para eliminar calorías por el simple hecho de existir sin exprimirte en el gimnasio, se incrementa con el frío.
El frío excesivo (en la nieve, por ejemplo) puede provocar daños en el ojo. Los expertos aseguran que afecta a la visión nocturna. Así que, si estás pensando en pasar un fin de semana esquiando, protege tu vista con las gafas adecuadas, pues las bajas temperaturas podrían dañar tu córnea.
Los efectos de las temperaturas gélidas no solo se notan en tu físico, también en tu mente. De esta manera, la menor cantidad de horas de luz en invierno puede incentivar una depresión. En este sentido, la falta de vitamina D no ayuda.
Así que, ya sabes, a atiborrarse de pescado y cereales durante los meses de frío para mantener la sonrisa intacta durante todo el día. Otra consecuencia negativa de soportar el ambiente gélido es que este panorama comporta más riesgos de sufrir un infarto si nos referimos a personas con problemas cardíacos.
¿Conclusión? El frío te da una de cal y otra de arena. Y tú solo puedes ponerle remedio a este entuerto de una manera: ¡abrígate! Tu cuerpo te lo agradecerá.
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