La fecha de caducidad no es algo exclusivo de los filetes que te comiste ayer, de las natillas con las que finiquitaste la cena o de la pizza que te vas a calentar en el horno. Algunas veces el amor, la piel tersa, el flequillo cardado y la ilusión por ir de viaje con tu pareja también tienen muchas papeletas para acercarse al ocaso.
Y es que la vida está llena de cosas que caducan, literalmente y en sentido figurado. En tu casa guardas muchas encuadradas en este segundo grupo. Es hora de repasar unas cuantas para darle un lavado de cara a tu hogar. ¡No dejes entrar a las polillas!
Los rayos ultravioleta son sibilinos y van dejando huella poco a poco. Terminan saliéndose con la suya y atravesando las lentes. Su vida depende de cada modelo, pero se recomienda cambiarlas cada dos años.
Has de sustituirlas cada tres años. Con el uso, la tela se desgasta. Y no solo eso, la humedad propicia el desarrollo de bacterias.
Tu piel es sagrada, y evitar maltratarla no solo pasa por alejarte del sol, sino por emplear los productos idóneos para su cuidado. Tus esponjas y brochas de maquillaje están más desgastadas que las suelas de tus zapatos. Los pinceles deben renovarse cada seis meses. Las brochas, cada cinco años.¡Los tuyos son de cuando cumpliste los dieciocho!
Les has dado más uso que a cualquier otro objeto de la cocina. Ya las has exprimido suficiente. Debes saber que has de reponerlas cada tres años. Suponen un nido de bacterias. Además, estarán deformadas por la humedad y por los cortes.
Ese peine de la década pasada podría ser el causante de la caspa que adorna tus hombros. La vida de estos objetos es corta, aunque se limpien. Concretamente, de un año. Vamos, lo que dura tu curso de zumba.
Quizá vuelva por la puerta grande, como ocurrió con el papel pintado que cubría la casa de tu abuela allá por los setenta. Eso sí, parece poco probable. Ya marcaste tu frente a fuego en más de una ocasión por accidente en una de esas paredes, así que mucho cariño no le tienes a esta técnica.
Es de valorar que tu tía se dejara la vista en ese bordado que parece ser (no es del todo seguro) un frutero con naranjas. Pero no es necesario que lo tires a la basura. Para algo tienes los armarios empotrados. El día que te visite tu tía, lo sacas ¡y punto!
¿Dónde vas con esa colección de palomas, corazones y ceniceros que te regalaron en las bodas del siglo pasado? ¡Si esas parejas ya han firmado sus respectivos divorcios hace un lustro! Parece que solo tú creías en su amor.
Esa ornamentación que llevaban los bordes de las cortinas o los pañuelos pasó a la historia. Todavía no te ha quedado claro que menos es más. Entre esto, las figuritas de escayola y el punto de cruz te estás cubriendo de gloria.
Más de lo mismo. Quien dice manteles dice pañitos sobre los sofás o bajo los jarrones. Esta tendencia caducó no ahora, en pleno siglo XXI, sino hace cuatro décadas, ¡y nos quedamos cortos!
Es hora de renovar aquello que ya pasó a la historia, como hiciste con tu última decepción amorosa. En ocasiones, el cambio personal comienza con lo material. ¿A qué esperas para empezar?
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