Lo primero que debes saber es que el picoteo no es una espada de Damocles si utilizas la cabeza. Sustituyendo esa cuatro quesos por otros alimentos que te sacian, engañarás al hambre sin engordar. Y no, no nos estamos refiriendo a que mates tu apetito con una hoja de lechuga. ¡Eso es igual de imposible que acertar todos los resultados de la quiniela durante tres jornadas seguidas!
Olvídate de la lechuga y tacha las pizzas de la lista de la compra. Elabora una nueva con estos otros alimentos que sí se harán los suecos ante la llamada de tu estómago:
Científicos de la Universidad Loma Linda, de California, aseguran que el aguacate reduce un 40 % tus ganas de comer. Además, te ayudará a mantener tu pelo sano. ¡No esperes más! Colorea de verde tus tentempiés.
Otro de los alimentos de moda. Ni siquiera tienes que emplearte a fondo para cocinarlo. Abre la bolsa, espolvorea tu ensalada o tu leche con las semillas ¡y listo! Ácidos grasos esenciales y fibra a tutiplén serán tu escudo contra el hambre.
Su definición: proteínas con las que consigues empacharte. Los expertos aconsejan tomar uno en el desayuno y otro cuando finaliza la jornada. Consumirás menos calorías que aquellas personas que no comen huevos duros. Y es que, te atiborras de tal manera que ya no tienes ojos para aquella pizza con la que comenzábamos.
De nuevo la fibra a escena. Llénate un cuenco en el desayuno y no te entrará deseo de comer nada más hasta poner el mantel. ¡Es uno de los alimentos más sanos del mundo! Y, encima, evita tu glotonería.
No, nos hemos colado. Evidentemente, el coco es calórico. Eso sí, saciante como nada. Quizá te conviene tomar un poquito si vas a sortear males mayores, ¿no crees?
Vitaminas, fibra y virtudes saciantes. Resulta imposible hacerle ascos a ese color tan atrayente. ¡Pon un puñado de arándanos en tu vida! Saludables y con pocas calorías.
Regulan el hambre con la precisión de un reloj. Te ayudarán en tu objetivo… y a acudir, por fin, al baño si es que lo estabas pidiendo a gritos.
Proteínas y bajo contenido en grasa. Una pechuga a la plancha llenará tu estómago. ¡La palabra gula dejará de estar en tu vocabulario!
Si comes como una lima y lo tuyo no tiene arreglo, como cuando tu equipo descendió a Segunda División, aún tienes una oportunidad. En cuanto el estómago llame a la puerta de tu apetito, conduce tu atención a otros propósitos. Retoma ese libro que estabas leyendo (que no sea de recetas, por favor), pon esa lavadora que tenías pendiente o enciende la tele para ver tu programa favorito (cruzaremos los dedos para que no se trate de uno de cocina).
Distraer tu mente te servirá para mirar de reojo a ese pincho de tortilla que te está diciendo «cómeme». La atracción inicial irá dejando paso al olvido. Para cuando vuelvas a pensar en él, ya habrá llegado la hora de la cena. ¡Por fin a salvo!
Fulminar al hambre no es tan complicado como pensabas. Además, tus nuevos alimentos aliados están riquísimos. Acabarás acostumbrándote a ellos como hiciste con la llegada del euro.
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