Acachaste la muerte de tus geranios a tus continuos despistes. Eres capaz de acordarte de qué hiciste el 28 de junio de 2009, pero no de regar las plantas. Tienes la mosca detrás de la oreja con eso de que se apaguen las luces cada vez que entras en una habitación. Será que a las bombillas le quedan dos telediarios. Y lo que no tiene justificación es que se rompan los espejos a tu paso, ¡pero si eres el más guapo de la familia!
Evidentemente, estamos exagerando, pero estos ejemplos ilustran lo que sientes últimamente cada vez que cruzas el umbral de la puerta de tu casa: malas vibraciones. No hace falta que creas en el horóscopo o en la brujería. Ni te han echado un mal de ojo ni el Fantasma de las Navidades Pasadas ha emprendido un viaje al futuro, presentándose en tu salón en pleno verano.
Si el piano es una extensión de la triunfita Amaia, si la guitarra es una prolongación de Vega… tu hogar es un reflejo de ti. ¿Somos lo que comemos, verdad? Pues, en este caso, podemos acudir a la frase de nuevo cuño: así es tu vivienda, así te sientes. ¿Que en tu cabeza tienes un cacao que no lo arreglan ni tus veinte años de partidas ganadas al Tetris? Tu cocina se presentará igual de desordenada. Tendrá dos torres de platos con restos de salsa reseca y espinas de pescado.
¿Y qué pasa si estás deprimido? ¿Las muñecas de tu hija cambian la sonrisa por el emoticono triste del WhatsApp ? Evidentemente, no. Pero entonces, ¿por qué percibes melancolía en tu sofá, en tu horno o en la estantería de tu habitación? ¿Es que ahora tus muebles respiran, o qué? «A ver si me voy a estar volviendo loco», piensas. No te asustes. La física cuántica tiene la respuesta.
La física moderna ha llegado a la conclusión de que nuestro cerebro iguala lo que ve y lo que siente. Es decir, vemos lo que sentimos. Construimos la realidad de acuerdo a nuestras experiencias. En definitiva, nuestras emociones son los cimientos sobre los que fabricamos nuestra verdad. Por eso, si en tu interior se está librando una batalla entre lo que quieres hacer y lo que debes (con respecto al amor, por ejemplo), tu televisión no se pondrá a discutir con el mando, pero puede que tú no te sientas a gusto en este lugar.
Y es que hablamos de un sitio que asocias al mal fario, tu casa, pues es donde vomitas todas tus frustraciones, que para eso es tu refugio. ¡Normal que no tengas ganas de lavar los platos!
La solución no pasa por tirar las flores de plástico, los espejos rotos o los regalos que proceden de personas malignas (vamos, de ese amor que te trae por la calle de la amargura). Oye, si te ayuda a olvidar los malos momentos, ¡adelante! Pero las malas vibraciones saldrán de tu casa dando un portazo cuando le hagas una peineta a tus frustraciones. Mira, lo que sí puedes hacer es abrir las ventanas. No sabemos si los horribles augurios se irán por donde han venido, pero un poco de aire no te vendrá mal.
Si quieres evitar la acumulación de energía negativa en tu hogar, ¡analiza tu estado de ánimo y hallarás la respuesta!
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