Antes de nada, has de corregir algo que estás haciendo mal. No les obligues a ingerir el brócoli a la fuerza. ¿Recuerdas cuando tu madre volvía a sacarte el mismo plato de menestra en la cena y repetía el procedimiento hasta que no dejabas ni las migas? Sí, tú acababas comiéndotelo, pero por no morirte de hambre, y a regañadientes.
Tan solo has de hacer uso de tus tácticas de persuasión y echar mano del sentido común. Parece fácil, ¿no? Lo entenderás mejor con estos consejos:
Una mentira piadosa no cuenta como pecado. Si la berenjena está rellena de queso, ¿crees que se van a quejar? Prueba a incorporar verduras en el preparado de las croquetas o en la salsa de tomate de los macarrones. Ni lo notarán. Los batidos, los purés y las cremas también son buenas alternativas.
Si elaboras la cesta de la compra en familia, asociarán las verduras a algo divertido. Detente en la sección más verde del supermercado y alecciónales sobre las propiedades de estos alimentos y otras curiosidades como su procedencia o historia. Una vez que se familiaricen con la información, otórgales poder de decisión en la compra. Quizás acaben pidiéndote que le eches más zanahorias a las lentejas este domingo.
La tortilla francesa se la comen con gusto, así que ¿por qué no pruebas a transformarla en un divertido personaje? Puedes dibujar una boca con dos tiras de pimiento o dos ojos con otros tantos champiñones. Con estos pequeños gestos, la comida les resultará más apetecible. No es que este ejemplo contenga gran cantidad de vegetales, pero por algo se empieza.
No puede ser que pretendas que se acaben su plato saludable, pero aburrido, y tú te decantes por otro menú. Si te ven comer verduras, acabarán imitándote tarde o temprano. Aunque para asegurarnos de cumplir con el objetivo inicial, sigue también los consejos anteriores.
No lo establezcas como una costumbre, pues podría resultar contraproducente. Si conviertes esta acción en una rutina, verán esta práctica como un chantaje o como una forma justa de recompensar el mal trago. Por lo tanto, seguirán con esa idea en la cabeza de que comer verdura es lo más asqueroso del mundo.
Eso sí, nunca viene mal un aliciente de vez en cuando. Una galleta o un helado no les dañarán. Además, si consigues que vean las verduras de manera diferente, se merecen eso y más.
Como sabes, verduras y fruta son alimentos con bajo nivel calórico, por lo que se convierten en indispensables para combatir la obesidad infantil. Además, colaboran en el desarrollo de los pequeños y contienen una elevada cantidad de vitaminas, además de otros beneficios. Por ejemplo, la lechuga de su ensalada posee propiedades laxantes, mientras que en la zanahoria y el tomate predominan los antioxidantes.
Por otro lado, el pimiento, estimulante gástrico por excelencia, ejerce de compañero ideal para luchar contra las infecciones. Pero si tus niños prefieren el pepino, has de saber que resulta la opción perfecta en verano, pues favorece la hidratación. Y es que el agua es el elemento estrella de su composición.