Por 35 euros que iba a pagar por la tabla de ibérico, no podía pedir mucho, la comida sería de baja calidad para algunos de los 18 invitados, afirmaba el cocinero Gabriel. La señora ha comenzado a sospechar y no podía creer lo que oía a través del teléfono.
Le confesaba que sus alimentos llevaban una especie de «spray» para contener el buen sabor en la comida, pero no era verdadero ni natural. Le aconsejó poner buena calidad a unos y a otros utilizar este método tan efectivo. La atrevida no aguantó ni un minuto más esta conversación.