«Tienes cara de llamarte…», una frase más coherente de lo que crees

Redacción Cadena Dial

Aunque parezca una soberana tontería, hay quien tiene cara de llamarse Mónica, Miguel o Ana. No eres el primero que ha exclamado internamente: ¡No le pega nada! cuando te han presentado a alguien cuyos rasgos no reconoces en esa palabra que le designa.

Has de saber que no es cosa tuya, ni nuestra, sino que la ciencia nos da la razón. Según los expertos, tu nombre tiene mucho que ver con tu identidad e incluso con tu aspecto. Influye en el desarrollo de tu personalidad y en el concepto que tienen los demás sobre ti. Dime cómo te llamas y te diré cómo eres.


¿Qué nombre elijo para mi hijo?

Seguramente supondrá un dolor de cabeza para ti saber esto si es que estás a punto de tener tu primera criatura. ¿Cómo llamarás a la niña? Si eliges Lucía, el nombre más habitual para las pequeñas en esta década, quizá se convierta en una persona del montón. Si, por el contrario, optas por Rihanna, denominación menos registrada, tal vez crezca llena de exotismo.

En este sentido, tendemos a asociar un nombre a la personalidad del famoso o conocido por nosotros que se llama igual. ¿O no has descartado llamarle Hugo a tu niño, simplemente porque tuviste una mala experiencia con un amigo que llamaba con esta misma designación?

Situación llevada al cine

Estas decisiones tan peculiares dan lugar a que asociemos un nombre concreto a un tipo de persona. La representación de este hecho ha tomado incluso la pantalla grande. El cine ha sido testigo de esta situación en la cinta El nombre. Se trata de una comedia francesa de 2012, cuyo título representa la identidad y singularidad de cada uno de nosotros, pese a esos agentes externos que puedan influir. En ella, unos padres primerizos optan por bautizar a su niño como Adolfo. ¿La consecuencia? Sus amigos ponen el grito en el cielo. ¿Cómo se va a llamar el crío igual que Hitler, a ver? ¿En qué cabeza cabe?

¿Qué dicen las voces expertas?

La ciencia da por bueno el planteamiento anterior, además de demostrar que tu aspecto está vinculado a tu nombre. Y es que, la Asociación Americana de Psicología planteó el siguiente experimento: mostrar fotografías de personas para que los participantes asociaran sus caras a un nombre de una lista de cinco. ¿Te imaginas el resultado?

Los voluntarios superaron con sus respuestas hasta en un 40 por ciento a una selección al azar que concluyó con una media de un 25 por ciento de precisión. Un dato para, al menos, hacernos pensar en ello, ¿verdad?

El sesgo cultural

Estos estudios demostraron también que la gente se amolda a sus propios nombres debido a los estereotipos culturales vinculados a ellos. Estos expertos daban ejemplo a esta conclusión con Bob y Tim. El primero, según la sociedad, tendría una cara más redonda.

Bob podría contribuir a este aspecto a través de su peinado, algo en lo que sí puede intervenir. Un rapado o una larga melena otorgarían más o menos anchura a su rostro.

Hacer amigos

Otro estudio, en este caso, procedente tanto de la Universidad australiana de Melbourne como de su homónima en Nueva York, asegura que aquellas personas que poseen un nombre simple son más audaces para sumar amigos incondicionales a su lista, además de adaptarse mejor a un trabajo. Confirman esta inclinación incluso en los políticos. Por otro lado, dos investigadores de Harvard acabaron señalando que las personas son nombres más estrambóticos son propensas a desarrollar comportamientos neuróticos.

Sea como fuere, está claro que nuestro nombre dice más de nosotros de lo que crees. Supone nuestra carta de presentación, nuestro envoltorio y el resumen que condensa nuestra personalidad.