¡Eh! ¿Qué haces leyendo este artículo? ¿No has podido evitar entrar en él y ver de qué va? ¡Espera! No vayas a revisar tus mensajes ahora, esos emojis pueden esperar. ¡Aguanta las ganas de saber qué pasa! ¿Cuántas veces has caído en la tentación hoy? Si llevas el móvil a todas partes y sientes un «hormigueo» al alejarte de él o al quedarte sin batería, quizá vivas en plena hiperconectividad.
Datos, datos, más datos. Lee y alucina con las conclusiones de varios estudios serios de gente seria:
– El 90 % de los usuarios no se separan de su móvil más de un metro en todo el día.
– Cada iPhone se desbloquea unas 80 veces por día. Lo que viene a ser una vez cada 12 minutos.
– Dedicamos cuatro horas al día a mirar la pantalla del móvil.
– Miramos el móvil unas 150 veces diarias. Si dormimos unas 8 horas, eso significa una vez cada 6-7 minutos.
Sí, 150. Quizá te sorprenda, pero podrías estar haciéndolo. Para conseguir esa increíble cantidad hay que tener el móvil continuamente a mano (o en la mano).
Esta necesidad de estar siempre atentos a lo que pasa en las redes, esa ansiedad que solo se satisface comprobando las novedades, es lo que se denomina hiperconectividad. Es una dependencia, una adicción. ¡Cuidado!
Intentamos calmar la ansiedad con un chute placentero que nos llega en forma de mensajes, likes, seguidores, retweets o lo que sea. Es una manera de sentirnos parte de una comunidad en la que existimos en tanto en cuanto participemos. Cada estímulo es una dosis de dopamina para el cerebro, una recompensa. Pero si queremos recompensas cada cinco minutos, algo va mal.
¿Tus supervillanos son las baterías agotadas y las cafeterías sin wifi? Presta atención a estos síntomas.
Nos estresamos por no saber qué es lo último en los treinta y dos grupos de mensajería, cuántos «me gusta» tiene nuestra publicación o nuestra última foto, o cuántos seguidores nuevos tenemos en donde el pajarito azul.
No aguantas las ganas de formar parte de lo que pasa y temes que, si no estás mirando, te lo vayas a perder. ¡Te va el salseo y lo sabes!
No te alejas del móvil ni para [inserte aquí actividad indecorosa]. Lo tienes siempre encima o a la distancia de tu brazo. Alejarte te da mal rollo. Quedarse sin batería es lo peor. Quedarse sin cobertura es como ser condenado al exilio a un país lejano, oscuro y malvado. Es la nomofobia.
«¡Uy! Ha vibrado. Ah, pues no. Pues parecía que sí. Pero no. A ver, lo confirmo. Pues no, no era».
¿Te suena? Tenemos los sentidos tan centrados en lo que le pasa al móvil que ya creemos sentir vibraciones sin venir a cuento. Y nos frustra descubrir que no ha vibrado.
No dejas de pasar de una web o foto a otra, y consumes hipervínculos sin parar. Siempre hay algo más que mirar, comprobar y comparar. La hiperconectividad está relacionada con la ansiedad de la búsqueda constante, la incapacidad para concentrarse en una única cosa durante un rato y con la poca memoria. Pero no la memoria RAM, sino la tuya. ¡Dejamos de aprender porque todo está en internet!
¿Has conseguido leerte todo sin saltar a nada más? ¿Sin comprobar notificaciones? ¡Felicidades! Quizá tengas solución. Pero oye, atiende a esto: haz ahora un esfuerzo. Sabemos que es titánico, pero hazlo: levanta la mirada del móvil, tú puedes, poco a poco, así, bien. ¡Resulta que hay un mundo fuera del móvil!
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