De ahí viene el llamado complejo o síndrome de Wendy, esa niña que se pasa todo el día intentando solucionarle la vida a otros. La persona que padece del síndrome de Wendy intenta satisfacer a los demás constantemente, sobre todo a su pareja y sus hijos. Estos últimos viven sobreprotegidos, tanto que afecta a su desarrollo emocional.
¿Eres una madre o un padre Wendy? Es posible que seas Wendy si intentas hacer felices a los demás y agradar sea como sea, si siempre estás pidiendo perdón (incluso por lo que no es tu culpa) o si para ti amar es sacrificarse y hacerlo todo.
¿Te crees imprescindible para que todo funcione? ¿Sientes como una obligación el estar cuidando siempre a los demás? ¡Ojo! No hablamos del cuidado normal, sino de una actitud que ocupa toda tu vida y forma de ser.
Los Wendy hacen suyas las responsabilidades ajenas. A veces es difícil diferenciar entre el cuidado normal y razonable de los niños y la sobreprotección. Ahí van unas pistas:
– Haces todas las tareas domésticas para que tus hijos no tengan que hacerlas. Y no les pides ni exiges que hagan nada (no sea que se cansen, los pobres).
– Controlas todo lo que hacen y les quitas todos los obstáculos posibles, para que siempre sientan satisfacción y nunca conozcan la frustración.
– Te sacrificas e incluso renuncias a tus necesidades con tal de agradar a tus hijos. Ey, que hablamos de niveles extremos, esos en los que sacrificarte puede ser dañino para ti, pero el no sacrificarte tampoco significa que tus hijos sufran horrores.
– No les impones nada y cedes en todas las discusiones, incluso si es por su bien.
A ver, piensa. ¿Le haces los deberes a tus hijos y se los dejas «niquelaos»? ¿Les haces la cama, recoges la ropa tirada o preparas la mochila cada día para que ellos no tengan que hacerlo? ¿Ves el lado negativo de todos los posibles planes y les impides hacerlos?
Sí, el terrible y doloroso lado negativo de cosas como no ir a una excursión del cole por si les pica un bicho. O pensar que en los columpios, en vez de pasarlo bien, se van a caer. Todo es negativo y peligroso y, por tanto, hay que meter a los niños en una burbuja.
Si te identificas en estos comportamientos, tenemos malas noticias: más que proteger a los niños, estas cosas les hacen daño.
Sobreproteger es decidir y pensar por ellos, y solucionar sus problemas sin que tengan que molestarse. Mal.
Sí, mal, porque crecer es aprender de los errores, enfrentarse a las dificultades y tomar decisiones. El niño sobreprotegido será un adulto inútil, inmaduro, caprichoso, impaciente e intolerante. Querrá todo fácil, inmediato y sin discusiones, ¡pero la vida tiene retos y obstáculos para dar y regalar!
¿Quieres un consejo? Da un paso atrás. Que se responsabilicen de los retos que están a su nivel. Enséñales las herramientas para resolver las dificultades y responsabilizarse de sus obligaciones. De lo contrario, se harán dependientes de otros para tomar decisiones, incluso cuando tengan más años que dientes (no lo busques, te lo decimos nosotros: tenemos 32 dientes).
Wendy, escucha, la mejor protección para tus «niños perdidos» es enseñarles a ser adultos maduros y fuertes. ¡Déjalos volar y tú sé más Campanilla!