En principio, un selfie no deja de ser una foto tuya en una situación que quieres recordar. Repetimos, una foto «tuya» por lo que, como puedes imaginar, esa imagen no le interesa a nadie. Algo distinto es que te creas una súper estrella y que estés obsesionada, u obsesionado, con mostrarle tu jeta al personal mientras te juegas la vida en el borde de un acantilado, poniéndote hasta las cejas en una hamburguesería o en el entierro de tu Tía Frasquita. Pero, créenos, la gente tiene una vida y muchas cosas que hacer antes que ver tu foto.
Entremos ya en materia. Te haces un selfie para compartir, corriges la foto con las aplicaciones correspondientes, pareces una figura del museo de cera, pero ¡horror! ¡Tienes cara de pato! ¿Por qué, Señor, por qué?
Pues muy sencillo, porque aunque uses el palo al que conectas el móvil o la cámara o tu brazo, el cuerpo humano tiende a hacer un curioso equilibrio intentando ofrecer la mejor versión de tu persona. Hace unos años, el gracioso de tu tío te soltaba aquello de «cambia la cara que parece que estás en un entierro», ahora consideras que esa media sonrisa es complementaria del paisaje, de tu modelito, de la persona que está a tu lado y de la perspectiva caballera que le quieres imprimir a la foto.
Pero no lo consigues, sigues poniendo la boca como la del pato Donald. Quizás no lo sepas, pero eres seguidor/a de una tendencia que nació en 2008.
En un principio, las famosas de tres al cuarto decidieron que había que marcar pómulo de alguna manera para afilar sus rasgos en las fotos. En lugar de hacerle caso a nuestro Mario Vaquerizo, que controla el tema como pocos, optaron por sacar morritos en plan patito de El Retiro. El resultado resulta demasiado exagerado en las portadoras de labios siliconados y ridículo en los que fuerzan la pose hasta el extremo. Lo sabemos, Vaquerizo solo hay uno, pero al menos fíjate en los selfies que se hace y habrás comenzado a ganar la batalla.
Resulta muy sencillo hacerse un selfie y ofrecer una imagen natural. De hecho, el primer requisito es no pensar jamás que vas a compartir la foto. Es decir, captura tu imagen como si fuera para ti. Si el resultado es bueno adelante, y si no lo es pues para eso te lo hiciste, para tener un recuerdo.
Apuesta por hacerte fotografías con buena luz, en lugares seguros y, si puedes, no mires a la cámara. Seguro que obtendrás mejores resultados y que no caerás en el error de parecer un mamarracho venido arriba con boca de pato.