¿Qué no habrán visto las habitaciones de hotel? Lo más aburrido y lo más excéntrico. En ellas ha ocurrido de todo: amores, desamores, fiestas, crímenes, genialidades, negocios y sucesos políticos. Incluso hay quien va a los hoteles… ¡a dormir!
Cuando todo acaba, hacemos las maletas y nos vamos, dejando atrás vivencias y, quizá, algo más. Sea por despiste, a propósito, por hacer la gracia o por molestar, muchos huéspedes han dejado en su habitación objetos muy raros.
Hay gente que se lleva los botecitos de champú. Y hay gente que en vez de llevarse, se deja algo. ¿Cómo qué?
Como sabrás, algunos huéspedes practican actividades de cierto riesgo, como el famoso «salto del balcón» con el que se dejan el sentido común, un brazo o la cabeza. O algo peor.
No es lo único que ha quedado atrás. Es muy curioso que podamos olvidar objetos íntimamente relacionados con nuestra salud o comodidad, como las dentaduras postizas, encontradas más veces de lo que crees. ¿Cómo puede alguien olvidar sus dientes?
Los responsables de los hoteles españoles han encontrado objetos de lo más variopintos. Imagina con qué cara se quedaría aquel que entró a una habitación y se encontró de cara con una oveja hinchable…o una espada de caballería, ¿de dónde venía, de Camelot?
Pero también da mucha lástima que hay personas que quizás nunca podrán reponer aquello que olvidaron en un hotel. ¿Un ejemplo? Claro, la colección de discos de El Fary… ¡eso es mítico! Pero al igual que una bolsa de caracoles, que encima de que te levantas a las 5 de la mañana para ir a recogerlos, ¡te los dejas!
La intimidad del hotel nos permite disfrutar de ciertos placeres buscados, inesperados o improvisados. Ya sabes a qué nos referimos (guiño, guiño). Es algo que deberíamos dejar en nuestra privacidad.
Sin embargo, parece ser que es bastante común encontrarse en las habitaciones juguetes sexuales. Un estudio reveló que en la tercera parte de los hoteles de lujo consultados se habían encontrado juguetitos íntimos.
Los huéspedes se han dejado consoladores de todo tipo, condición, forma, tamaño, textura y utilidad. Se han encontrado fotografías picantes de los huéspedes, lencería picarona (aunque, visto lo visto, olvidar ropa es de lo más normal) e incluso muñecas hinchables. Ahí, echadas o sentadas esperando. Caliente para uno, estremecedor para otro.
Muchos viajeros buscan hoteles que acepten mascotas. Pero una cosa es eso y otra convertir la habitación en un zoo.
Muchos hoteles del mundo se han encontrado con animales en sus estancias. Los dueños de una cacatúa que apareció en un lujoso hotel de Tenerife pidieron que se la enviaran en un jet privado. Una mujer dejó una habitación llena de gatos y 100 dólares, con una nota que pedía que los cuidaran una semana hasta que volviera (y no volvió).
La lista es inmensa e incluye patitos, una pitón, un caballo de carreras (¿en serio?), una cabra disfrazada de Abraham Lincoln o, atención al premio gordo, un tiburón en la bañera de un hotel de El Algarve (Portugal). El huésped lo pescó y lo dejó ahí. Afortunadamente, lo encontraron vivo y el personal del hotel consiguió devolverlo al mar.
La lista de cosas olvidadas o perdidas es interminable. Objetos divertidos, estrafalarios, desagradables o incluso siniestros, todos pueden contar historias curiosas sobre sus dueños. ¡Pero no seas uno de ellos! Revisa siempre tu equipaje y asegúrate de llevarte el cargador, las gafas, las pastillas para la tos, la abuela, la Harley-Davidson, el maletín con doscientos millones en billetes y el dromedario.
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