«Tengo un hijo de 17 años que antes del verano, por un ataque de ira tras no dejarle ir al viaje de curso por sus notas, me dio un puñetazo en la cara. En aquel momento nos quedamos paralizados, nuestra relación era perfecta y nunca había sido agresivo, pero ese día se formó una brecha insalvable para mí.
Aunque se ha portado fenomenal todo el verano y no ha parado de estudiar para las recuperaciones, ya no lo veo igual, siento rabia cuando estoy con él y solo pienso en el momento del golpe. Mi mujer dice que debo buscar ayuda y que el problema es mío porque el crío está arrepentidísimo y fue algo puntual. ¿Qué puedo hacer? No puedo evitar sentirme así»
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