Cuando los niños son pequeños, las mentiras compulsivas no son un problema grave. La cosa cambia cuando los peques van creciendo hasta convertirse en preadolescentes mentirosos compulsivos. Es el caso del hijo de trece años de María José, quien miente continuamente para escaquearse de las tareas de la casa. Nuestra Rocío Ramos-Paul tiene la solución.
Se quiere escaquear de las responsabilidades. Yo propongo hacer dos cosas: una antes de la mentira y la otra después.
¿Qué quiere decir esto? Por ejemplo le mandamos a hacer la habitación y nos vamos con él. Iniciamos la actividad con él y le dejamos recogiendo.
Recalco: con él. Así trabajamos antes la mentira para que luego no suponga echarle una bronca ni que tenga consecuencias. Es una medida de prevención.
La segunda propuesta es la siguiente. Si no podemos acompañarle a recoger y no lo hace, tiene que haber una consecuencia.
Olvidamos el tema de la mentira, aunque sea por un tiempo. Un ejemplo sería que tuviese que poner la mesa todos los días por no ponerla en su momento. Evitamos la bronca por mentir.
María José tiene que reforzar todas aquellas veces que no mienta y haga las tareas.
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