La relación entre hermanos es como una montaña rusa. Pueden llevarse increíblemente bien por momentos y a la misma vez, odiarse hasta tal extremo. Es el caso de Iria de 21 años y su hermana pequeña de 14.
Ella estudia fuera y no tiene una comunicación muy cercana como le gustaría. La menor se ha cambiado de colegio dado que se metían con ella. Desde que está en el nuevo instituto tiene amigas pero ha cambiado su forma de comportarse, además ha comenzado a sacar malas notas.
A esto hay que sumarle que tiene un TDH. Va a una psicóloga y le cuenta que a su hermana y a su madre las odia por decirle lo que debe hacer.
No sabe cómo tener una buena relación con ella y es por ello que pide ayuda a nuestro experto en adolescentes, Pedro García Aguado.
Los adolescentes suelen tener cambios en el comportamiento constantemente. Forma parte de esta etapa. A veces hay que aguantar como padres u hermanos, pero otras veces es insufrible y hay que tomar medidas.
También es cierto que confunden las normas cómo una imposición a no dejar que hagan lo que ellos quieran y no es así. Si se va al instituto es para estudiar y forjar el futuro de uno mismo. Lo común es esforzarse e intentar sacar buenas notas para proseguir el camino que uno desea.
Otro caso distinto es que el joven posea un déficit de atención con o sin hiperactividad (TDH). Esto produce alteraciones en funciones cognitivas necesarias para que el niño se adapte al entorno escolar y adquiera la información académica adecuada. Aquí habría que acudir a un especialista o psicólogo que pueda aconsejar al joven y busque el tratamiento conveniente.
Iria debe ser comprensiva pero no permisiva. Una cosa es una mala contestación de vez en cuando, sin querer, pero otra totalmente distinta es que se conteste mal frecuentemente. El respeto es primordial en la familia.
La hermana pequeña debería desarrollar hábitos de estudio que mejoren su atención. Además de tener una charla con su madre e Iria para intentar solucionar ese odio que tiene con ellas.
Lo único que quieren es cuidarla y la menor debe saberlo. Quizás ese sea el problema, que no ve el afecto claramente y solo se queda con las normas y límites que le imponen.
El psicólogo podría buscar otro punto de vista para sobrellevar la situación.
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