Uno de los aspectos de la personalidad más importantes es la autonomía. Todos valoramos el ser independientes, tener la capacidad de tomar decisiones con seguridad, no achantarnos y tomar las riendas de la propia vida. Ser personas que saben medir bien sus posibilidades y su posición ante los retos.
En el otro lado están las personas dependientes, que se sienten incómodas si tienen que tomar decisiones, titubean, hacen lo que hagan otros, evitan arriesgarse y minusvaloran su potencial. No saben estar solas ni gestionar el estrés. ¡Cualquier cosa es un reto!
Las personas dependientes no se valoran justamente porque suelen tener una baja autoestima. Por lo tanto, si quieres que tus hijos se conviertan en adultos resolutivos, independientes y más seguros de sí mismos, debes reforzar la autoestima desde la infancia. No se trata de que sean niños creídos, eso sería narcisismo. Se trata de ayudarles a desarrollar una personalidad fuerte, autónoma.
Conseguir que niños y adolescentes desarrollen una alta autoestima pasa por dejar que se equivoquen. La mejor manera de hacerlos dependientes es con la sobreprotección. Ya sabemos que cuesta resistirse a hacerles la vida más fácil, pero una cosa es evitarles problemas y otra tenerlos entre algodones.
Para ser independientes hay que aprender a enfrentarse a las pequeñas complicaciones diarias. Muchas veces nos adelantamos a las necesidades de nuestros hijos «para acabar antes». El resultado es que ellos simplemente ven que todo se resuelve a su alrededor, sin más. No nos referimos solo a resolverles los grandes problemas, también a recoger los calcetines, prepararles la mochila para el cole, hacerles los deberes o retirarles el plato. Cosas que ellos deberían hacer solitos.
Por lo tanto, nada de ser superpapis. Nada de sobreproteger. ¡Toca fomentar su autoestima! Pero ¿cómo hacerlo?
Para desarrollar nuestro potencial debemos «entrenar» nuestras habilidades. Cuidado, no se trata de dejar a Simba solo ante las hienas. Se trata de darle las herramientas que le permitan resolver los retos que están a su nivel, los del día a día.
¿Cómo se hace? Conviene seguir estas pautas:
– No saltes como un resorte a resolver cualquier dilema, reto o problema. Toma distancia y dale tiempo para pensar qué hacer y cómo solucionarlo. Normalmente es una decisión natural y lógica.
– Dale responsabilidades acordes a su edad. Recoger los juguetes, vestirse o hacer los deberes, entre otras muchas, son elementales. Pero dale otras responsabilidades pequeñas para que sienta que confías en su capacidad.
– Enséñale el valor del esfuerzo. Debe ganarse los premios, así como aprender a disfrutar del trabajo bien hecho. Cuando acabe una tarea, que sea consciente del éxito. ¡Pero también del fracaso! Fallar es parte fundamental de la vida, no le prives de ese aprendizaje.