Se trata de aquella generación sobreprotegida por sus padres. Hemos llamado a este tipo de progenitores “padres helicópteros”, aquellos que ante cualquier problema del niño lo resuelven ellos. Aquellos que, aun cuando el chaval tiene 19 años, se acercan a ver qué notas han sacado en la universidad.
Todo esto tiene consecuencias. Si yo no enseño a mi hijo a afrontar los problemas ni le doy herramientas para ello, cuando lo deje solo no va a saber resolver. Podrá llorar, podrá llamar a sus padres para que lo hagan por él, podrá enfadarse, pero no afrontar el problema. Por ello se les llama la generación blandita.
No deben sentarse a esperar a que otros resuelvan por ellos. Esto genera otro problema: el nivel de exigencia que les pedimos a estos niños “blanditos”. Cuando cumplen ocho años, si los hemos sobreprotegido, los niños empezarán a contestar con un “no me da la gana”.
Para evitar este tipo de comportamientos podemos enviarlos a hacer pequeñas tareas. Un ejemplo sería que fuesen a por el pan. Tendrán que saludar a la gente, tratar con el panadero, ver si está el pan que le he pedido, si le dan bien la vuelta, volver a casa… Todo ello hace que el niño tenga herramientas que resolver y carácter.
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