¿Recuerdas cuando Marty McFly preguntaba a Doc si en el futuro nos volvíamos unos idiotas? Si el protagonista de Regreso al futuro hubiera planteado esta duda en los albores del siglo pasado, la respuesta sería negativa. Ni siquiera necesitamos un Delorean para comprobarlo. Lo dice la ciencia.
Si aún estás más perdido que el arca de Indiana Jones, te resumimos este concepto con este interrogante: ¿Eres más inteligente que tus antepasados? La contestación no se antoja tan complicada como decidir entre papá o mamá, David Bisbal o David Bustamante y Malú o Marta Sánchez. El monosílabo ideal para una pedida de mano sería también aplicable a este caso: sí.
Seguramente él podría darte una lección sobre cómo cultivar tomates y curarte esa herida de tu rodilla con el ungüento menos pensado. También, a enseñarte a vivir sin calefacción, sin televisión y sin saber el número del repartidor de pizza.
Evidentemente, ellos saben mucho más acerca de la vida y de cómo superar ciertas cosas en las que nosotros nos rompemos la cabeza para hallar una solución, pero estamos hablando de problemas de la vida diaria, y no de inteligencia, ya que estamos muy por arriba.
Y con esto no estamos diciendo que nuestros antepasados eran tontos, para nada, ellos fueron quienes inventaron el cine y la bombilla, pero fíjate que desde entonces nuestro intelecto ha aumentado en 20 puntos…¡casi nada!
Y te preguntarás, ¿a quién han estudiado? Pues un total de 200.000 personas de 48 países distintos y de diferentes generaciones. Y, ¿sabes qué conclusión han sacado? Nuestro cociente intelectual ha aumentado debido al estrés y al ritmo de vida al que estamos sometidos. Sí, ese «no me da la vida» que repites a diario y el tener que sacarte las castañas del fuego 25 veces al día es lo que te hace ser más inteligente que ese bisabuelo tuyo que cultivaba calabazas en su huerto.
Y es que, claro, te pasas el día alerta, pensando en cómo poder cambiar ciertas cosas o hábitos para poder mejorar tu rendimiento, tu productividad y tu día a día, así que en algo debía notarse. Además también tiene mucho que ver la genética de cada individuo, aunque no siempre es determinante, ya que de padres tontos han salido Premios Nobel.
No hay más que ver a Albert Einstein o a Stephen Hawking. Su razonamiento y comprensión no fueron resultado de una herencia millonaria en intelecto. Eso sí, en un futuro, quizás no muy lejano, los expertos crearán herramientas genéticas para que la inteligencia se pueda ir multiplicando a medida que pasan los años.
Aunque no te lo creas, tu forma de hablar, tu forma de pensar y tu forma de actuar tienen mucho que ver con la influencia que causan las redes en nosotros. Es un gran invento, no vamos a negarlo, pero también nos provoca ese ansia por saber, esa curiosidad por conocer más y de esta forma poder hablar con propiedad…¡y es que Internet no son solo fotos haciendo morritos!
Así que, de eso se trata, también debes poner en práctica tu buen criterio para que no todo lo que veas en Internet se convierta en tu manual de vida. En estos momentos el trabajo es tuyo, debes usar la cabeza y saber lo que está bien y lo que está mal, si te están mintiendo o si eso es algo cierto que debes creerte. ¡Twitter no es la verdad absoluta! Y, del mismo modo en que tu abuelo no se creería eso que están contando en los periódicos, tu también debes realizar tu juicio de valor y determinar tu propia opinión. ¡Vamos a ser más listos que nuestros tatarabuelos!
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