El mundo se divide en dos tipos de personas: los que se duchan por la mañana y los que lo hacen por la noche.
Los españoles, por lo general, somos más de baños nocturnos cuando somos pequeños y duchas rápidas mañaneras cuando alcanzamos la edad adulta.
Junto a franceses y brasileños, los españoles son los que más se decantan por la ducha frente al baño.
Y la tendencia cada vez es más clara. De media, nos duchamos unas 6,8 veces por semana.
La ducha gana adeptos, es eficaz, sostenible y, sobre todo, rápida y se ha convertido en un ritual necesario, relajante, que nos da tiempo para pensar, aclarar las ideas o poner la mente en blanco.
Depende de lo que busques. Hay quien no acaba de despertarse hasta que le empiezan a caer las primeras gotas encima. Y otros que prefieren deshacerse de toda la suciedad acumulada durante el día y acostarse bien limpios.
Está comprobado que la ducha reduce los niveles de cortisol, la hormona relacionada con el estrés.
Por eso, la respuesta al eterno dilema suele ser: adapta el momento en el que te duchas al nivel de estrés que tengas.
Suele ser recomendable asearse por la mañana cuando esperamos un día estresado en el trabajo, estamos bajo presión o tenemos que realizar labores creativas.
No lo uses pues como una mera forma de mejorar la higiene corporal, sino como una herramienta para revitarlizarte, despejarte y mejorar nuestra salud emocional.
El agua, sea a la hora que sea, hace maravillas.
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