Nunca un zapato había traído más cola. Una mujer que pierde un zapato y prácticamente se paraliza el mundo para encontrar a su dueña. Una obsesión así por este complemento solo es comparable a la de Carrie Bradshaw.
Cenicienta probablemente no sabía que una de las cosas más importantes a la hora de elegir calzado es que se ajuste bien al pie de cada uno, y gracias a eso conoció a su príncipe azul. Pero aquí en la vida real, un mal calzado más que un cuento de hadas puede ser una terrible pesadilla. Descubre por qué en las siguientes líneas.
Los zapatos son un complemento que, bien elegido, puede ser la guinda del pastel de tu look. Sin embargo, si solo te basas en la estética cuando seleccionas los que te vas a poner, te pueden arruinar el día. Quien haya estado en una boda alguna vez habrá visto la típica imagen de las mujeres sacando unos zapatos alternativos poco después de la ceremonia. En la actualidad, son las propias novias las que compran calzado cómodo para que sus invitadas se cambien, posiblemente para evitar que se vayan rápidamente a casa debido al dolor de pies.
Pero volviendo al tema que nos ocupa, no es normal que unos zapatos nos molesten. Si es así, has elegido mal. Saber seleccionar unos buenos zapatos no es ninguna tontería, ya que el calzado está directamente relacionado con la salud de los pies.
– Juanetes. No es que evolucionemos cual Pokémon, es que, debido sobre todo al uso de tacones con punta estrecha, los huesos de los dedos sufren una deformidad, produciendo bastante dolor.
– Callos y durezas. Esto proporciona un aspecto muy desagradable y se debe a la falta de cuidado en los mismos y al roce continuado con un zapato que no deberíamos llevar puesto, sacad vuestras propias conclusiones.
– Tendinitis o fascitis plantar. Es la inflamación que se ocasiona en la planta del pie, con la que verás las estrellas, por cierto. Esto se produce sobre todo con el uso de sandalias, ya que este tipo de calzado no ofrece una buena sujeción para nuestro arco plantar. Además, la amortiguación de las sandalias que lucimos todo el verano es prácticamente nula, así que podemos decir que vamos prácticamente descalzos.
– Sobrecarga. Una vez más debemos echar la culpa a los tacones. Los tacones nos obligan a mantener una postura forzada durante mucho tiempo, de manera que sobrecargamos nuestros pies y nuestras piernas…y al día siguiente no podemos levantarnos del sofá.
– Otras lesiones. Un mal calzado puede ocasionarnos problemas de cadera (los tacones, de nuevo), hongos (calzado que no transpira) o dedos de garra (¿hay algo más desagradable?).
– Elige zapatos con materiales de buena calidad, así que no seas tacaño y gástate un poco más, que los de los chinos duelen el doble.
– El tamaño importa. Acéptalo, nunca jugarás en la NBA, pero eso no te impide aparentar ser más alto o alta. Eso sí, sin exagerar. Un tacón adecuado son unos 3 centímetros. (¿Solo?).
– Buen ajuste. Es importante que se ajusten bien a tu pie, pero tampoco nos pasemos. Una buena sujeción es aquella que no nos para la sangre pero a la vez no nos va cayendo todo el tiempo, ya que ambos son detonantes de irnos a casa y tirar esos tacones tan bonitos a la basura.
Así que tengamos algo en cuenta: los zapatos deben ser bonitos, sí, pero también útiles y cómodos. De nada nos sirve tenerlos en casa metidos en una caja para admirarlos. Además, con unos pies llenos de rozaduras nuestro príncipe o princesa saldrá corriendo al probárnoslos.
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