La respuesta la tiene un rinoceronte, no el blanco ni el negro africanos, sino uno naranja. El rinoceronte naranja, así es como se denomina esta terapia gratuita en la que tú eres el doctor y el paciente. Este tratamiento ausente de medicación supone un auténtico reto para que los progenitores dejen de gritar a los pequeños. Tus cuerdas vocales te lo agradecerán. Y los oídos de los vecinos, también.
Vigoroso, persistente, tenaz y fuerte. Así es este mamífero que te representa a ti en este efectivo juego. Una piel férrea e inquebrantable envuelve a estos animales como ese escudo que portarás poniendo en práctica este planteamiento.
¿Y por qué el naranja? Porque es un color que desprende energía, vigorosidad y a la vez, calidez. Así que, cuando tu pequeño rompa en mil pedazos ese jarrón que te compraste en tu viaje a China, ponte una camiseta de este tono, que además, te sienta genial.
La inventora de esta técnica fue una madre (¿quién si no?) estadounidense con cuatro hijos a su cargo de entre dos y seis años (con solo leerlo te entra estrés). Nuestra heroína se lanzó a crear, sin dar su nombre, un blog para compartir sus vivencias durante los 365 días que duraría su aventura: dejar de gritar a sus pequeños. Y lo consiguió, vaya si lo consiguió.
Si quieres emular a esta campeona americana, has de tener constancia y compromiso, además de comentarlo con tu entorno para sentirte en la obligación de cumplir lo que dices. Además, has de tener en cuenta que no tienes la capacidad para controlar muchas acciones de tus pequeños, pero sí sus reacciones. Por último, reflexiona sobre cuándo y por qué chillas para anticiparte a esas ocasiones y poder evitarlas.
Teniendo claro todo esto, apunta estas seis recomendaciones propias de todos los que se lanzan a disfrazarse de este rinoceronte naranja:
Si los niños están en pleno duelo, sal de la habitación un momento y menea tu cuerpo. Sacúdelo para echar la mala energía. Te ayudará.
La música es terapéutica. Cuando estés a punto de soltar el mayor chillido de la historia, colócate los cascos y la tranquilidad se apoderará de tu mente. No falla.
Hazlo fuertemente y céntrate en algo que te haga feliz: esa playa que disfrutarás en vacaciones, una tableta de chocolate o el vestido que estrenarás el sábado. Lograrás evadirte.
Cuando tu hijo te haga enfadar, recuerda que el adulto eres tú y que deberías dejar a un lado ese comportamiento tan visceral. Él está aprendiendo y tiene derecho a equivocarse.
Liberar tensión es una buena manera de soltar adrenalina. Corriendo por el pasillo te alejarás del problema por unos segundos y conseguirás relajarte.
Discute como si fueras un robot. Las risas aparecerán y no os acordaréis de cuál era el motivo de la bronca.