Desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo.. y entre toma y toma, una pieza de fruta, no te va a venir nada mal.
De las bondades de realizar cinco comidas al día se ha escrito mucho, pero ¿sabías que se puede adelgazar desayunando apropiadamente?
Los nutricionistas siguen insistiendo en la concienciación social de que el desayuno es la comida más importante del día. Lo que es un descubrimiento reciente es que lo que en ese momento del día ingiramos es clave si queremos adelgazar.
La evidencia científica es clara: lo que comamos a primera hora determina durante el resto del día la eficiencia del organismo para quemar las grasas de los alimentos consumidos en la comida y la cena.
Vamos a darte algunos consejos útiles para realizar el desayuno más óptimo.
Tenemos que tomar fibra, que además de saciarnos para aguantar el tirón hasta la hora de la comida, regula el tránsito intestinal. Si no queremos tomar cereales integrales, podemos sustituirlos por fruta sin pelar.
¿Sabías que lo más recomendable es desayunar una hora después de levantarte? El por qué tiene su lógica. Nuestro cuerpo consume las grasas entre comidas para poder estar activo. Si recién levantados ingerimos alimentos no dejamos que el cuerpo consuma grasa almacenada. Si por el contrario retrasamos el desayuno una hora, ayudamos a quemar una serie de calorías almacenadas que de otra forma no eliminaríamos. Si a esto le añadimos, practicar deporte antes del desayuno los resultados serán aún más notables. Podemos darnos una hora desde el momento de despertarnos hasta el desayuno.
No es necesario consumir azúcar en el desayuno: no es saciante, no es nutritiva y tiene muchísimas calorías. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) no deberíamos tomar más de 5 cucharillas de azúcar al día o, lo que es lo mismo, 25 gramos.
Sustituir la bollería industrial por proteínas es una buena opción: huevos, jamón cocido, pavo...
No hay que saltarse ¡nunca! el desayuno. Nuestro cuerpo es inteligente. Si no ingiere alimentos, guardará reservas en la próxima comida, por no hablar de los efectos que que el pasar hambre puede provocarnos en nuestro carácter y salud.
350 calorías… una medida justa para un buen desayuno. No hay que emocionarse y pegarnos un atracón, porque el efecto que obtendríamos sería ¡un aumento considerable de peso!
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