Hay un momento en la vida de toda niña que odia a los niños, y viceversa. De repente, en torno a los siete años, aparece un rechazo de género que parece innato. Pero esto es más un valor cultural que otra cosa. Nuestra experta en niños, Rocío Ramos-Paul, nos responde.
Llega un momento en el que parece que los niños y las niñas no se conocen. En este tipo de casos es donde se demuestra la relevancia de la cultura en la educación.
Desde que un niño nace se le asocian unos colores, unos juguetes que tiene que utilizar, la ropa… todo. Incluso existe un estudio que demuestra que los padres dejan jugar a los niños más alejados que a las niñas. Hasta este punto estamos identificando a nuestros hijos con un género.
Durante los dos o tres años a ellos les da igual. No hay ninguna diferenciación. El problema viene cuando tienen siete años. De repente el niño quiere imita a papá y la niña a mamá. Normalmente al sexo con el que se sientan identificados. Por eso es importante que los padres y las madres den un buen ejemplo y tengan el mismo nivel de tareas en casa para que los peques lo tomen como ejemplo y se eduquen en la igualdad.
No nos tenemos que preocupar. Se trata de una época en la que los niños tienen muy clara la diferencia y al haberlos educado de esta manera culturalmente, ellos se van a juntar con los niños y ellas con las niñas –por norma general, no tiene por qué ser así-. Además, entre ellos no solo no van a querer verse, sino que se van a meter los unos con los otros.
Si los educamos en la tolerancia, los hacemos mucho más inteligentes y serán más capaces de adaptarse al día de mañana.
En cuanto a si se acercan o no a los siete años, los padres no tienen que preocuparse. Ya llegará el temido momento por los padres, en torno a los doce o trece años, donde querrán acercarse.
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