EL MARATÓN DE ATENAS
Maratón es una localidad situada a unos 40 kilómetros de Atenas. Correr esa distancia es recordar parte de la historia de Grecia, conmemorando la hazaña realizada por el soldado griego Filípides que en el año 490 A.C. pereció de extenuación tras entregar el mensaje que llevaba,después de recorrer una larga distancia en un intento de salvar a su pueblo.Todo el peso de la historia, el mítico recorrido, llegar a meta en Panathinaikos, acabar EL MARATÓN… demasiado bonito como para dejarlo escapar. ¿Cuántos planes nos habrán surgido en la vida en torno a una mesa, tomando un café con amigos? A veces pasa: las mejores aventuras surgen así, de la nada. Una idea loca, descabellada en un principio, puede desembocar en una experiencia bellísima que guardaremos por siempre en nuestra memoria; y eso fue lo que ocurrió hace casi un año, cuando por primera vez me hablaron de hacer el Maratón de Atenas.Con quince años de experiencia como corredora, ya había saboreado lo que es hacer carreras populares de 5, 8 y 10 kilómetros, además de la media maratón (21.095m) y un trail de montaña de 19km con subidas a dos picos de más de 2.000m, pero nunca antes me había atrevido con la prueba reina: el maratón. Una carrera durísima que pone a prueba no solo tus capacidades físicas sino también las mentales hasta límites que uno jamás podría imaginar. Hasta que lo vive. Pero uno no coge las zapatillas un día y se hace 42.195m porque sí. Necesitas tiempo, kilómetros, cuidar el descanso, la dieta.. meses de preparación para un único examen, una única prueba.Si la preparas bien, aprobarás. Ya la nota, cada uno con la suya. Si no la preparas, lo único que podrás pasar será un infierno Así he estado los últimos meses, preparando con esmero la carrera y cuando quise darme cuenta ya estaba en Atenas, a 42 horas de los 42 kilómetros. Pero antes de lanzarme a correr, había que solucionar unos cuantos detalles. Como ir a la feria del corredor para recoger el dorsal con el chip incluido que medirá el tiempo en carrera y permitirá el acceso a la misma.
También quise ver el recorrido, para lo cual nos desplazamos de Atenas a Maratón y volvimos en coche, memorizando todo lo que pude del recorrido. Subidas, bajadas, inclinación, puntos de referencia... hay a quien le resulte estúpido, pero para mí es parte de la estrategia. Una preparación mental. Al día siguiente me ayudó muchísimo. Ir uniendo segmentos que recordaba haber visto en mi viaje en coche. Si vienes aquí y no comes uno de estos, seguro que los Dioses del Olimpo te castigan. Qué ricos los souvlakis...
Como siempre antes de una carrera, hay que portarse bien y preparar la ropa, colocar el dorsal, cenar pronto y descansar mucho...e intentar controlar los nervios!
Y por fin llegó el día. A las 5:30 suena la alarma. No quiero salir de la cama. No quiero sufrir. Nooooooooo....sé cómo estoy duchada, vestida y tomando un desayuno de TODO INCLUIDO
Nos llevan a la línea de salida, donde llegaremos con una hora para calentar. A la llegada a Maratón, cientos, miles de persona caminan hacia sus puestos. Me alegra ver a muchas chicas. Y más me alegro cuando me cuentan que el número aumentó considerablemente este año con respecto al anterior.
Así comenzamos, a las 9 de la mañana, una marea humana multicolor y multicultural a correr. Y creedme que cada uno hace su propia carrera...
La mía duró 4 horas 20 minutos y en ese tiempo tuve para pensar en muchas cosas. A veces en ninguna. Otras en bailar a ritmo de la música que nos animaba en distintos puntos del recorrido.
En cambio otras, en las que mi humor se volvía negro y agrio, tomaba un trago de bebida isotónica hasta que lo volvía a endulzar.
Me he conocido un poco más y he descubierto más sobre mi persona durante esas cuatro horas y pico de rodaje. Es algo muy profundo y difícil de explicar.
Las caritas de los niños me animaban, porque me recordaban a mi hija.
Nos daban ramitas de olivo para desearnos la gloria y chocaban sus palmas como si fuésemos héroes y heroinas.
Los atenienses se volcaron con nosotros y aún a día de hoy, en mi cabeza resuenan los "BRAVO! BRAVO! BRAVO!" que nos gritaban al pasar. Como si con cada exclamación nos hiciesen más ligeros y menos cansados. Fue una carrera preciosa, divertida, única, pero también muy sacrificada. No solo sufrí yo.
Vi el sufrimiento ajeno. Lesionados, retirados, gente con calambres que caminaba a duras penas, otros vomitando del esfuerzo... ya os digo que no es un paseito de domingo.
Llegó un momento en el que ya no quería seguir corriendo, estaba hasta las narices, incomprensiblemente cabreada, pero apenas quedaban dos kilómetros para llegar al estadio, donde esperaba la ansiada meta, así que apreté el tubo de la energía hasta apurar lo que aún quedaba y me cepillé los últimos metros, luciendo así una de las sonrisas más satisfactorias que he mostrado en mis 39 años de vida.
Cruzar Panathinaikos, pisar su pista negra y ver sus gradas blancas repletas de gente dándonos la bienvenida; acabar de pie, caminando. Cansada, muy cansada, pero no derrotada y hecha un manojo de nervios, temblando por la emoción... Estallé en llanto mientras me decía, 'ya está, Carmen, ya no tienes que correr más, ya llegaste, se acabó'.
Casualidades de la vida, fue una voluntaria barcelonesa la encargada de darme la medalla que me acredita como FINISHER en la 34º Maratón de Atenas.
Y lo mejor: haberla vivido con dos grandes corredores y mejores personas: Javier y Mikel que estuvieron apoyándome de principio a fin.
¿Y ahora? Lo que surja.