Esta propuesta más conocida como ‘el turismo lento‘ nos anima a olvidarnos de todo por una semana, instalarnos en un sitio determinado y acomodarnos en el medio como si fuésemos un habitante más ¿para qué? simplemente con el objetivo de alejarnos de hábitos negativos como la ansiedad que genera visitar múltiples monumentos en los pocos días que disponemos.
¿Te apuntas a esta forma de disfrutar con tranquilidad de los viajes? aquí tienes todas las razones de por qué hacerlo…
Uno de los efectos positivos que tiene esta forma de hacer turismo es la apertura de los negocios locales a los turistas. De esta manera, adquirir productos artesanales típicos o comprar cestas de vinos locales no solamente impulsan el desarrollo económico de este sitio, sino que también ganan mucho reconocimiento con la autenticidad de sus productos.
¿Te apetecería volver a un pasado sin estrés y sin aparatos tecnológicos? este concepto turístico es genial para vivir experiencias cargadas de autenticidad, relax y calma, como por ejemplo, salir a recoger frutos al campo junto a alguien que conozca la zona, colaborar en talleres de artesanía o dedicar gran parte de la mañana a cocinar platos sabrosos.
Si no conoces mucho sobre esta tendencia, te diremos que la relajación es su idea principal. La gente que practica el turismo lento concibe los viajes como una forma de tomarse un respiro y renovarse de energía, sin hacerse un recorrido frenético de cosas para ver.
La gastronomía ocupa un lugar importante en esta forma de viajar porque nos animan a prolongar el tiempo de las comidas y a saborear los platos típicos del lugar, mientras se desecha la idea de acudir a las grandes cadenas alimenticias que, la mayoría de las veces, ofrecen comida rápida.