Por Jaime Moreno
Existe un placer especial al escuchar música. Y un placer aún más especial al escuchar música en compañía. Me explico.
Ahora y gracias a los avances en la tecnología, hemos pasado de reunir nuestras canciones preferidas en una cinta de cassette, a poder llevarlas en formato digital en infinidad de reproductores. Ya no tenemos una cinta con las canciones del verano del 91; ahora tenemos una lista de reproducción con los éxitos de 2015…
Una lista de reproducción está bien. En ella incluyes canciones que puedes ordenar por años, estilos o idiomas y, además, sabes que todas te van a gustar.
Un día, dos… tres… Después de escucharla seis veces y conocer al dedillo el orden de los temas, llega el momento de pulsar el botón de «reproducción aleatoria«. ¡Y allá vamos, a lo loco! Ahora ya no sabes que canción vendrá detrás; la vida es todo emoción.
Pero desgraciadamente descubres que cuando suenan los temas tu mente se entretiene en calcular los saltos que la «máquina» decide dar: «esta canción está de las últimas en la lista de reproducción; y ahora suena la segunda de la lista«. Un día más así, y decides que necesitas un cambio, un poco de compañía…
Ahí es donde llega el momento de la radio. Frente a las listas de reproducción está la radio musical, y es de ese placer del que hablo. El de saber que no estás solo, que en ese mismo instante, cientos, miles de personas están disfrutando de la misma canción a la vez. Es el placer de saberse parte de un todo.
Al otro lado de todas las radios encendidas en ese momento, y gracias a esa conexión mágica, alguien nos acompaña al trabajo, a la frutería, a comprar unos zapatos… y en un sentido figurado vamos todos juntos. (Tampoco hace falta ir a todas partes cogidos de la mano)
Otra ventaja de la radio frente a la lista de reproducción, es que en la radio musical no sabes que canción vendrá detrás de la que está sonando. No sabes si te gustará o no; si la conocerás o será completamente nueva. Incluso, se ha dado el caso de oyentes que al escuchar una canción que años atrás repudiaban, le han encontrado su puntillo…
También existe la posibilidad de que aparezca un tema que te haga retroceder en el tiempo: «Esta canción la escuchábamos los colegas en el barrio», o que te recuerde a alguien. En ese momento automáticamente te preguntas «¿la estará escuchando también?»
Yo lo tengo claro, prefiero la radio.
Por cierto, y regresando a las cintas de cassette. Cierta compañía japonesa cuyo nombre empieza por «S» y termina por «Y», acaba de rejuvenecer las «cajitas con cinta magnética», y ha conseguido que esta nueva versión de la cinta tenga una memoria de 180 terabytes. O lo que es lo mismo, si la utilizáramos para crear una lista de reproducción, podríamos reunir 60 millones de canciones.
A ver quién es el guapo que se pone manos a la obra.
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