Cuando se es joven e inexperto, es fácil que por falta de autocontrol de las emociones, se produzca más de un enamoramiento caprichoso. Se denomina así, porque en el proceso interviene más el juego que el propio compromiso. Un ejemplo muy descriptivo sería la conducta de un niño ante sus juguetes, desde el momento en que percibe que todos son de su agrado y quiere disfrutar con todos sin pararse a pensar si se cansará o no de ellos, y de ser así, cuándo lo haría.
Este tipo de atracción surge casi siempre en las primeras etapas de la juventud, en la adolescencia, pero hay quien no es capaz de superar las barreras del encanto, ni si quiera cuando llega a adulto. Quizá porque prefiere el juego sin compromiso, y no porque no haya encontrado a la pareja ideal, simplemente, porque nunca la busca y de surgir, no entraría dentro sus prioridades. Para que exista una reciprocidad y se cumpla la premisa, la voluntad de quien espera también se vuelve tan caprichosa o más, porque implica un reto difícil de escasa probabilidad de éxito y eso, aunque solo sea en apariencia, lo convierte aun en más atractivo. De esta forma surge el fogonazo espontáneo, tanto, que eclosiona. Y tan pronto llega, se desvanece. El promedio varía de unas personas a otras, y no por ello se interpreta como una meta en el tiempo, sino dentro de su propia dimensión, ya que cualquier parecido con la realidad es puro espejismo. El menor perjudicado y quien menos sufre aquí, es el caprichoso, o lo que es lo mismo, el protagonista principal. Hasta que vuelven a saltar sus alarmas cuando el enamoramiento se esfuma, y con toda probabilidad habrá encontrado un nuevo reemplazo casi de inmediato y en alguien diferente.
Concluyendo: Son amores que carecen de consistencia, base real, entidad propia y desde luego, continuidad. Por eso, ante el primer obstáculo que aparece, la historia se derrumba y con ella su percepción del amor. Nada que ver con el amor que consideramos de verdad, tan real y no exento de dificultades para cualquier pareja. En él, la voluntad por defender su integridad es constante y se vuelve luchadora hasta el extremo de la no rendición ante nada que pueda defender por sí misma.
En el enamoramiento caprichoso el individuo confunde el amor con la necesidad momentánea de atraer su atención hacia otras personas, con la clara intención de acerarse a una de ellas por un tiempo, y por su propia voluntad.
En caso de encontrarte con una persona caprichosa que vive el amor como un juego, en el que solo imperan sus reglas, no debes desfallecer. Porque de advertir su presencia, el amor real surge cuando uno menos lo espera, y sobre todo, porque no lo planifica de principio a fin. En el fondo sabemos identificarlo por las muchas dudas que genera, sin si quiera existir de verdad. Se trata de una experiencia en la que lo primero de todo es reconocer qué es el amor, y al analizarlo, descubrir entonces aquel que no lo es.
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