Los errores son perdonables, cuando existe el propósito negociable del arrepentimiento y la voluntad firme y estable de que aquella equivocación no va a volver más a entorpecer la armonía de la pareja.
Pero hay quienes son reincidentes y acusan una conducta reiterativa, porque viven de la mentira y de la incapacidad de cambiar el comportamiento que les empuja a ser así, y no del modo que esperan los demás. Ante este supuesto, o la pareja acepta que la solución es inexistente y que no le queda más remedio que asumirlo, o por el contrario, rompe cualquier vínculo emocional con esa persona porque su indisposición a conciliar su deseo es imposible.
Los casos son tan dispares, que dependen mucho de quienes los protagonizan y del currículum de fracasos que puedan acumular quienes de verdad estén actuando a conciencia y por el simple hecho de no atender a razones, porque no conocen otro tipo de vida. En cualquier caso, todos se pueden analizar desde el objetivo del observador, y con eso nos quedamos, afinar nuestros oídos, e intentar hallar la respuesta más lógica cuando no menos complicada. Aunque sabemos que tampoco es tarea fácil…
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