Cuando el tiempo pasa fugaz y la vida se va con él sin esperar grandes cosas, caemos en una pérdida de interés por lo que un día lo fue todo y hoy ya no es ni un recuerdo. Este salto de un extremo a otro no sucede porque sí; con toda justificación se trata del resultado de un cúmulo de circunstancias, hechos y razones que han provocado la hecatombe emocional. Es decir, un proceso gradual que se va asentando lentamente en nuestros hábitos de pareja, y con especial hincapié en lo que se ha perdido. Existen tres claros síntomas de apatía, inefabilidad o desencanto, que además pueden llegar de la mano, relacionados, uno detrás de otro: por un parte, observas con claridad la falta de futuro a su lado; prefieres hacer cosas en soledad o con otras personas antes que con tu pareja y en un tercer supuesto, cualquier excusa es buena con tal de no pasar más tiempo al lado de quien pensaste fuera tu mejor elección para compartir tu vida en pareja. La sensación que se tiene después de experimentar uno de los tres o los tres puntos descritos anteriormente, es que algo se ha truncado por el camino. Los momentos que compartías carecen de sentido y distan mucho de parecerse a lo que fueron en el pasado. Es más, este desencanto te llevará a comparar de forma constante el ayer y el hoy, desde los inicios hasta el presente y de forma constante, porque aunque las personas sigan siendo las mismas, el modo en el que se perciben ya no es igual. Pero, ¿por qué nos desenamoramos? Porque tras una desilusión, del tipo que sea, se produce un pequeño duelo privado que muestra todo el proceso interno de quien intenta recuperar su ilusión y por lo vivido, no será al lado de la misma persona. Existen historias, canciones y experiencias reales que reflejan con total fiabilidad el esquema de lo que pudo ser y no fue.
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